Capítulo 19: Buen Humor.

30 6 20
                                    

Capítulo 19: Buen Humor.

Darcy.

Una mañana soleada, buena música que escapa de mis audífonos y una placentera caminata por casi cuatro cuadras para llegar al instituto. Los rayos de sol dan contra mi cara y no me molesto en ocultarla mientras sigo mi camino.

Y es así como comienza mi día lunes.

No puedo estar más animada y ansiosa de llegar a mi destino y eso posiblemente sea por varias de las razones que me han hecho despertar con una enorme sonrisa en mi rostro.

Pero, ¿cuáles son esas razones?¿qué es lo que me tiene así realmente?

La emoción que sentí en la clase de piano cuando Theo mencionó que mi progreso había sido notable y despertarme y saber que nada de lo que había pasado la noche anterior era un sueño son solo dos de la razones por las que me encuentro tan sonriente.

Recuerdo la sonrisa de Callum cuando le pedí que me llevara a casa luego de dos horas de conversación, yogurt y muchos besos de por medio.

Sonrío y sin pensarlo llevo dos de mis dedos hasta mis labios pulsando varios segundos antes de sonreír como una tonta, cosa que admito he estado haciendo desde hace dos días.

Parece que lo de ilusionarme va en serio.

Pero no me confundo, no es que haya perdido toda precaución conforme a eso. Aún así guardo mis reservas.

Claro, claro.

Ruedo los ojos ante las palabras de mi consciencia que quedan lejanas al momento en el que el viento choca contra mi rostro.

No puedo dejar de sonreír.

Hasta que llego al instituto y mi mirada recae justo frente a la entrada. Es ahí donde todo cambia.

El buen humor de la mañana se esfuma siendo reemplazado por emociones que no sentía desde hace semanas. Desde la última vez que la ví.

Desde la última vez que ví a Margaret.

De pronto mis manos comienzan a sudar y las paso por mi pantalón en un intento vano de calmar mis nervios. Sólo me mantengo de pie frente a la lujosa limusina de la tía Margaret.

No tengo idea de cuanto tiempo pasa hasta que la blanca limusina frente a mí toca la bocina y es como una caída a la realidad.

Aunque yo no pueda verla por los vidrios —polarizados que la ocultan de la vista de todos— sé que ella está ahí.

No me sorprende que el hombre vestido con traje elegante fuera de la limusina se acerque a mí preguntándome si estoy bien y a tan sólo un asentimiento de mi parte me inste a caminar hacia ella. Doy unos pocos pasos fijando la vista a mi alrededor.

Las personas pasan riendo, hablando y bromeando ¿y yo? Yo sólo me quedo ahí, de pie.

Y lo hago a sólo pasos de llegar a la puerta, mi consciencia advirtiéndome de las posibles consecuencias que traerá esto.

Dudo unos segundos, no sería bueno entrar ahí. Ni para mí, mucho menos para mis padres que posiblemente pronto se enteren de esto.

Pero si no entro, oh bueno.

Si no entro será mucho más tedioso tener que soportar a tía Margaret reclamándome el por qué de mi falta de respeto hacia ella.

Y no quiero que arme un escándalo, no justo ahora que todo parece ir bien.

En Busca De MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora