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5 Reinaldo

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5 Reinaldo

Al día siguiente  fuimos a la escuela. Para no sentirme tan mal, yo le había contado que, según una versión llegada a mis oídos, Romeo y Julieta estudiaban ahí. Pero en el camino, el narigón se mostró profundamente escéptico.

— ¿Cómo van a estar en la misma escuela si pertenecen a mundos distintos? —me preguntó—.  ¿Cómo los padres los van a mandar juntos, cuando una disputa tan profunda divide a las familias? No —meneó la cabeza—, tu dato no debe ser correcto.

Yo apenas le contestaba. Es que no quería hablarle de Chaeyoung, porque de lo contrario él iría a molestarla. De modo que intenté darle algunas pistas que lo orientaran, sugiriéndole dónde preguntar. Él, sin embargo, me cortó de plano.

— Te agradezco la intención —dijo—. Pero es suficiente con que hagas de guía. Yo me arreglo muy bien para buscar mis informantes.

Es un idiota presuntuoso, pensé. Desde ese momento decidí convertirme en simple observadora, ser apenas una testigo de la forma en que el hombre erraba una y otra vez el camino.

 En la escuela, por ejemplo, solo quería confirmar sus propias ideas. Por eso la negativa cerrada de Lee Sunhgi, la directora, lo tranquilizó.

— De ningún modo, señor —le dijo ella, acentuando sus palabras con golpes de la lapicera contra su escritorio—. Aquí los únicos Romeo y Julieta que hemos visto han sido los de Shakespeare. También a Otelo, a Hamlet, a Julio César, a Ricardo...

Por un momento, temimos que la directora nos recitara todos los personajes de Shakespeare sin respiro. Pero por suerte ella detuvo la enumeración y volvió agolpear con su lapicera.

— Aquí, señor, los chicos vienen a estudiar. Es-tu-diar. Y además, le recuerdo que esto es una escuela primaria. Pri-ma-ria. De modo que los chicos más grandes tienen catorce años. Ca-tor-ce. Supongo que los que usted busca son mayores.

— Ca-tor-ce —repitió como un autómata el narigón—. Claro que no, no puede ser aquí. 

Así que le agradeció a la directora y caminamos hacia la puerta. Pero como el narigón es un periodista que se precia de no quedarse con una sola versión de las cosas, antes de irse dimos unas vueltas por allí. En la sala de maestros estaba la señorita Misuk, la de 6º B, que aprovechaba para corregir pruebas mientras sus alumnos tenían clase de Educación física. Él se presentó y a boca de jarro le preguntó si sabía algo de Romeo y Julieta.

— Es una obra dramática de William Shakespeare en cinco actos —dijo sin levantar la cabeza de las pruebas.

— Eso ya lo sé —protestó el periodista—. Me refiero a esos chicos que se subieron a la cornisa. Alguien me dijo que son de esta escuela. Usted seguramente habrá oído algo... 

— Qué Romeo ni qué Julieta, yo tengo treinta y cuatro pruebas para corregir y después una hora y media de viaje hasta la otra escuela, donde doy otras dos horas de clase a treinta y un salvajes que ni se imagina lo que son. Otra que Romeo y Julieta. Lo que a mí me tocó es La tempestad y siempre estoy arriba del barco.

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