Capitulo 8: Encontrarla

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Charles buscó con la mirada por toda la pista, pero no podía ver a Andrew ni a Joe ni a Michaela, así que volvió sobre sus pasos para sentarse en la barra. La música y las luces le hacían estallar los sentidos, la brisa que se colaba dentro le hacía cerrar los ojos de vez en cuando, perdiéndose en las vibraciones que le hacían retumbar el pecho con cada golpe del bajo. Esto, esto era la vida.

Esquivó a unos jóvenes que le saludaron, medio camino más allá de la ebriedad. Tenían la piel blanca, suave, los rasgos delicados. Rio. Su madre habría tenido un infarto de saber la edad de esos adolescentes que bebían dentro de un pub. Charles les devolvió el saludo y le dio una especie de abrazo al castaño entre rubios, sin duda el más lindo de los cuatro. Esto era la vida.

La mayoría del grupo que guio por los túneles era de segundo grado. Eran una común mezcla entre novatos emocionados por la novedad de saltarse las reglas, unos cuantos asustados por la inexistente posibilidad de castigo y sus favoritos, los que pretendían ser mayores de lo que eran pero todavía dispuestos a aprender de él y compañía.

Los primeros días de clases los bares y antros solían estar llenos de gente de Hinbisen, emocionados por conocer y pescar algo. No los culpaba. Si el pueblo estaba dispuesto a entregarse en charola de plata, no le quedaba más remedio que hacer algo de caridad. No era tan malo. Las caras nuevas se habían acabado pero debía admitir que las ciudades pequeñas como esa tenían su encanto. Encantos como Becka que lo esperaba ya en la barra y lo recibió con un beso. Esto era la buena vida.

―No sabía que ibas a venir hoy ―le gritó para hacerse oír sobre la música.

―¿Cuándo te he decepcionado? ―respondió él, haciéndole una señal a Rod para que le sirviera dos whiskeys más. El favorito de Becka.

―No quieres que empiece.

Charles rio y la tomo por la cintura al girarse para seguir observando la pista. Joe le había dicho que Diane tenía intenciones de escaparse esa noche, y a donde Diane iba, seguro iba Marion con ella. Tenía que pensar por mientras en una forma de deshacerse de Becka sin que se enfadara con él. Se había puesto muy exigente la última vez.

―¿Qué piensas? ―le interrumpió Becka y él señaló a los que bailaban para disimular.

―Me da nostalgia ver gente tan joven.

―Espera a que tengas mi edad ―le respondió ella pegada al oído.

―Te robas toda mi juventud, tú no sientes nostalgia.

Becka le reprochó pero él no la escuchó, algo más captó su atención. Las fiestas en club podían parecer caóticas, pero el sabia reconocer problemas cuando los veía. Entornó los ojos y distinguió la cabeza rubia moviéndose en un pequeño remolino. Un forcejeo.

―Ya vengo ―le aviso a Becka sin detenerse a oír su contestación y se encaminó a aquel barullo.

Se abrió paso entre la gente, y conforme se acercaba empezó a escuchar quejidos. Un chillido femenino. Conocía ya esas situaciones y alzó la mano, llamando la atención de los de seguridad.

Dauphine trataba de quitarse de encima a un sujeto tal vez medio metro más alto que ella. Y que él. Menos mal que se había tomado ya varios tragos y pudo ignorar a la voz racional que le decía que era mala idea intervenir.

―¡Hey! ¡Aléjate! ―le dijo al tipo, empujándolo para que soltara a Dauphine.

―¿Quién mierda eres tú, enano?

Charles se le plantó enfrente, de repente ya no se sentía intimidado. Este era también un niño, pero no recordaba haberlo pasado.

―Aprende tu lugar, mocoso ―le espetó―. ¿De qué puta clase eres?

In The Room Where You SleepDonde viven las historias. Descúbrelo ahora