Preludio

88 12 5
                                    

El trueno fue igual de abrumador que el relámpago. Una tormenta así podría encogerle el corazón a cualquiera. Warren no era la excepción. El pasto encharcado volvía sus pasos resbalosos, y el rugido del viento lo desorientaba a pesar de que podia ver la luz del edificio principal delante de él. 

Llevaba en brazos a Melanie, la única que había podido traer consigo. La escuchaba respirar agitadamente, sus ojos viajaban de un lado a otro, indiferentes a la lluvia que caía sobre ellos y que a Warren casi lo cegaba. 

Balbuceaba, con la garganta destrozada parecía más el gimoteo de un animal. Warren no podía entender nada y su desesperación crecía con cada segundo que la veía tratando de retorcerse en sus brazos.

Gruñó, frustrado, buscando fuerzas para seguir caminando y tratando de no escuchar demasiado a Melanie ni a lo que quedaba de su mente. Aún sentía las piernas temblorosas de solo recordar lo que había escuchado conforme se iba acercando a los sótanos. Pero lo que le hacía sentir náuseas, lo que había escuchado cuando llegó a ellos, no podía sacárselo de la cabeza. 

Ni del corazón. 

Escuchó voces, y miró hacia atrás con auténtico temor, pues en la oscuridad, con la lluvia y el viento lastimandole los ojos, no podía distinguir nada, ni la fuente ni la dirección de las voces. Pero eran humanas. Se concentró y buscó mejor. Sí, eran humanas y lo habian divisado desde el edificio principal. 

Vio las puertas de servicio abrirse y de ellas manar luz y un grupo de personas cuya silueta se recortaba borrosa contra la luz amarilla. 

Rezó. Rezó en voz alta como no lo había hecho desde hacía años, motivado a seguir avanzando con aquel monstruo en brazos. Warren trató de no pensar mucho en lo que pasaría cuando llegara, cuando le preguntaran qué era lo que había pasado, cuando tuviera que decir cómo los había encontrado, cuando quisieran ir a investigar los sótanos y…

Cuando vieran lo que Melanie y los demás habían hecho. Sollozó, mirando a la muchacha que cargaba y que no dejaba de balbucear en inglés, luego en un raro francés. Se derrumbó, sin poder aguantar más el esfuerzo de no fijarse en ella y leerla a pesar del contacto. El grupo que había salido del edificio estaba más cerca, los sentía. 

No quería dejarla ir. No podía, después de lo que había visto. Algo dentro de él le decía que de todas maneras, no podía huir, pero no quería arriesgarse. Melanie dejó de balbucear y Warren se giró para mirarla. 

Estaba quieta, incluso sus ojos habían dejado de moverse erráticamente y estaban fijos en él. De su boca solo salía un susurro, inaudible, acompañado del castañeo de sus dientes que empezaban a tiritar. Warren se quedó quieto, muy quieto, para tratar de escuchar lo que decía, negándose a leerla. 

El tiempo se detuvo, la lluvia y el viento se volvieron un zumbido distante, su corazón era el único ruido que podía escuchar además del hilo de voz con el que Melanie intentaba hablar.

--Quer...amos… uno… detus… hij...s

La garganta afónica había omitido vocales, haciéndolas sonar como chillidos. Warren se quedó de piedra. 

--¿Qué has dicho? 

--Q...ri...mos...uno… detus… hijos...pro...fe...sor 

Warren supo que había hecho bien en no leer a Melanie. Lo supo cuando no pudo evitar el gesto de absoluto desprecio y repulsión que le atravesó el rostro cuando Melanie le repitió lo que había entendido a la primera. La soltó, dejandola caer en el suelo, gritando mientras lanzaba sus manos directo al cuello de Melanie. 

Sintió el agarre de un par, luego dos, luego tres pares de manos que trataban de apartarlo, golpeandolo también para que desistiera. Habían llegado, y lo sujetaban entre tres personas mientras otro par recogia a Melanie del suelo. Warren seguía soltando lágrimas que los demas no veían a causa de la lluvia, ya no se resistía, pero no lo soltaban. ¿Quién lo haría después de ver la forma brutal con la que había atacado a una alumna?  

Pero esa no era una alumna. Warren maldijo entre dientes, cuando un nuevo relámpago inundó de luz el patio que separaba el edificio principal del antiguo Centro de recreación. Tres segundos de luz blanca para bañar el cuerpo de Melanie, manchado de sangre. Sangre que no era suya. 

Tres segundos de luz blanca que bañaron el cuerpo del monstruo.

In The Room Where You SleepDonde viven las historias. Descúbrelo ahora