Capítulo 7: La historia de estos muros

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La noche de la bienvenida era su favorita. Todo el mundo distraído, dirigiéndose al lugar opuesto al que se dirigían ellos. Caminaban sin prisa, acercándose a la reja alta del lado oeste del Internado. Él recordaba con una antigua nostalgia que había madurado lo suficiente dentro de su alma, las altas paredes de piedra que antaño habían resguardado el terreno. En su febril juventud, recordaba también los caminos entre las tumbas, las filas de gente todos los domingos, imágenes difusas de una vida que ya no podría volver a ser.

Mika, a su lado, reía en silencio, con la respiración agitada por la caminata. Sus ojos negros parecían brillar en la noche y sintió nervios por la singularidad de sus circunstancias. De no haber sido porque ellos en sí ya eran una extrañeza, habría corrido. Pero este era su destino, y estaba feliz de recibirlo cual vendaval con los brazos abiertos. Ahora lo sabía, siempre llegaba a la misma conclusión. La mano de Mika apretó sus dedos y se detuvo para darle un beso.

Este era su destino, sin importar cual fuera el camino de por medio. Al menos esta vez tenía algo nuevo por conocer, algo completamente distinto por experimentar. Había conocido un sinfín de historias, de rostros, de tragedias. Se había hecho nacer de entre la inmundicia y cosas que nunca hubiera imaginado que existían, pero ahora estaba aquí, de nuevo, en casa. Mika era el nombre de su hogar.

Llegaron a uno de los puntos ciegos, ensombrecido por la falta de lámparas. Tuvo cuidado de ver que no los siguieran, y contaba con haberse alejado lo suficiente de Warren Grünewald y de las cámaras de seguridad. Sabía que se metería en problemas si alguien los encontraba. Esas eran consideraciones que el destino tampoco solía tener en cuenta al momento de reunir a dos almas predestinadas.

―Vamos, se acerca la media noche y empezaran a regresar ―le apuró Mika, devolviendo su atención del Edificio Central.

Resultaba extenuante el pasarse el día cuidándose de Warren Grünewald, pero si bien era consciente de que a Warren le gustaba cuidar secretos, también sabía lo que opinaría de su relación con Mika. Mejor que no se enterara. Se había topado con otros como él antes, pero no había recordado como lidiar con ellos hasta que... hasta que el destino consideró apropiado su encuentro, otra vez bajo las frías paredes de este lugar que ahora era un hogar de estudiantes.

Unió sus manos para ayudar a Mika a auparse y brincar por encima de la alta reja. Era ágil, tal vez más que él. La noche les aguardaba, tal vez podría hacer que Mika volviera por los túneles por los que escapaban el resto de alumnos, eso le daría tiempo tal vez hasta antes del amanecer.

Correr entre los árboles, dormir en una cama de pasto sintiendo la cómoda frescura de las noches de verano junto con la calidez de la piel de Mika... eso no había cambiado. El destino les había hecho cosas indescriptibles a ambos, pero, pensó, al menos estaban juntos.

***

La lluvia había arremetido, por fortuna. Ahora solo quedaba el aroma húmedo y el aire pesado que comenzaba a disiparse con el viento también. Pasaba la media noche y podía ver las figuras yendo y viniendo. Apagó las luces para quedar iluminados solo por las farolas del exterior, el despacho se sumergió en una luz blanquecina, y en la penumbra, tuvo algo de paz. El silencio a su lado le instó a bajar su guardia, dar un trago al whisky y una calada al puro.

―Tu Sieghild ha venido para avisar que irían a la ciudad.

―¿Les dijiste que Emil las llevaría?

―Por supuesto ―le aseguró Gabriel―. Tal vez lleven a algunos amigos.

―¿Por qué lo dices? ―estuvo a punto de girar y dirigir su atención hacia donde se encontraba la habitación de Diane Regine pero se detuvo al recordar que había bajado todas sus barreras.

In The Room Where You SleepDonde viven las historias. Descúbrelo ahora