El Palacio Dorado se erguía orgulloso como la edificación más imponente en todo el Olimpo. En este lugar moraban los principales dioses mayores de cada religión, y algún otro dios que se hubiera ganado el respeto y el derecho a conseguir una habitación en este esplendido lugar.
Desde los origines del tiempo, ningún ser había ganado el privilegio de morar en este palacio, salvo Brunhilde; a la cual se le otorgó la llave de la creación, una llave de platino que le daba el derecho a reclamar una habitación en el Palacio Dorado junto a los dioses mayores.
La Valquiria se había granjeado el respeto de los dioses tras el resultado del Ragnarok. Habían pasado cien años desde que la humanidad peleó por el derecho a seguir existiendo, y a pesar del resultado, los dioses decidieron perdonar a la raza humana y les permitieron continuar con vida. No obstante, Brunhilde cayó en un profundo estado de depresión y desesperación, puesto que había perdido a más de la mitad de sus hermanas. Y esto fue la razón principal para que la Valquiria se auto recluyera en la habitación del Palacio Dorado, para nunca más volver a salir de ahí.
Brunhilde se encontraba postrada en su cama, oculta en la asfixiante oscuridad que reinaba en la habitación. La Valquiria tenía una tez completamente pálida debido a la ausencia de luz solar. Su cabellera había crecido de manera desmedida hasta la altura de sus tobillos, y múltiples mechones de cabello, ocultaban casi a la totalidad su hermoso, pero demacrado rostro. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de su apariencia, eran sus ojos, los cuales estaban inyectados de sangre debido al incesante brote de lágrimas silenciosas. Ella no gemía ni emitía ningún tipo de sonido, tan solo emitía cascadas de lágrimas sin parar.
La Valquiria había logrado su cometido de salvaguardar a la especie humana, pero el costo que había pagado era excesivamente alto. Y para colmo de males, la humanidad había desperdiciado la oportunidad de los dioses y se entregaron al desenfreno y la destrucción total entre ellos. En otras palabras, el sacrificio de Brunhilde había sido en vano y eso la carcomía el alma y su conciencia.
Mientras daba una vuelta en su cama (por quincuagésima vez en el día), un olor putrefacto a azufre inundó la habitación oscura de Brunhilde, lo que provocó que la valquiria se levantara de la cama (por primera vez en cientos de días) y encendiera la lámpara de su habitación. En cuanto la luz emitió su brilló por la estancia, Brunhilde soltó un pequeño alarido producto del dolor en sus ojos, pues estos, no habían recibido iluminación en décadas, lo que hizo que la chica cayera al suelo cubriendo sus cuencas oculares con sus manos.
—Vaya que si estas hecha un desastre. No queda ni un rastro de la mujer hermosa que me cautivó—exclamó una voz masculina que hizo que Brunhilde tuviera un recorrido de escalofríos en todo su cuerpo.
—¿Q...Quién eres? —preguntó la Valquiria con dificultad mientras intentaba abrir sus dañados ojos con desesperación.
—Esa pregunta me duele querida mía ¿acaso ya te olvidaste de la voz de tu más grande pretendiente? —respondió el hombre con tranquilidad.
Ante aquella pregunta, Brunhilde se incorporó de inmediato, y abriendo sus ojos rojos a pesar de su dolor, apretó sus dientes en señal de furia y gritó:
—¡SAL DE MI HABITACIÓN, MEFISTÓFELES!
El hombre se infló su pecho de orgullo tras escuchar su nombre.
—Tan dulce y cariñosa como siempre, mi dulce Brunhilde. —respondió el demonio con una profunda reverencia.
No obstante, La valquiria tanteo el respaldar de una espléndida silla dorada hasta alcanzar una fina y delgada espada de mango plateado, para empuñarla ofensivamente contra el demonio.
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Record of Ragnarok : TITANOMAQUIA
ActionCien años después del torneo del Ragnarok, los titanes escapan del Tártaro. Ahora Brunhilde es convocada nuevamente para que reúna un equipo de nueve humanos para que se enfrenten a una amenaza mayor que los dioses.