14. Detrás de la puerta.

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Francesca

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Francesca.

Cuando llegamos a la casa, Enzo toma mi mano y en lugar de ir a nuestra recámara terminamos subiendo al tercer piso. El hombre frente a mi se detiene junto a la puerta cerrada que tanta curiosidad me ha dado y se gira para mirarme de frente. En sus ojos negros veo deseo, lujuria y un frenesí desgarrador por tenerme.

—Voy a cumplir mi palabra, pero te ofrezco dos opciones—

—¿Qué opciones?—pregunto intrigada por la situación de repente.

—Podemos ir a la habitación y follar de manera memorable o puedes cruzar conmigo esta puerta y hacer algo inolvidable—

Un leve temblor se instala en mis manos y siento como mis pezones cosquillean, soy muy fuerte y segura, pero cuando se trata de una nueva experiencia sexual con Enzo mi cuerpo no puede evitar reaccionar.

—¿Qué hay detrás de la puerta?— su mirada se oscurece aún más si es posible, pero en lugar de contestar mi pregunta, chasquea la lengua y añade unas reglas que me alteran la respiración — No puedes saber que hay detrás, entrarás con confianza ciega en mí y una vez cruces esta puerta no puedes salir sin mi permiso, no puedes hablar sin mi consentimiento, no puedes decirle que no a nada de lo que quiera hacerte y más importante no puedes llevarme la contraria. Serás una buena perrita obediente que aceptará todo lo que su esposo tenga para dar—

—¿Y si no acepto cruzar la puerta?—
—iremos a la habitación y follaremos igualmente— responde encogiéndose de hombros.

Sopesar mis opciones es fácil, la mayoría de los seres humanos siempre prefieren lo seguro. Lo que saben que les dará esa satisfacción que buscan sin necesidad de arriesgarse. Pero no yo, siempre me ha gustado el peligro, la pelea, lo difícil y por supuesto lo prohibido. Como quien dice, jamás iría por lo seguro. Sin embargo, confiar en Enzo, en el Letum, es difícil, muy difícil y no se si sea capaz de ser completamente sumisa detrás de esa puerta, ni siquiera se lo que quiere hacerme o lo que pasa por su cabeza retorcida.

—¿No hay una manera de salir, si la situación me sobrepasa?— pregunto logrando que una sonrisa siniestra y retorcida se pose en sus labios.

—Querías al diablo ¿no? El diablo no se detiene ni aunque supliques—sus palabras son tan atrayentes como aterradoras— si cruzas esa puerta solo podrás aceptar lo que tenga para darte, ya sea para tu placer o para el mío—
Su mirada no se aparta de mí, ni de la reacción de mi cuerpo y por primera vez me siento en desventaja, descubierta, como si leerme fuera lo más fácil y sencillo del mundo. Sus labios se separan mostrando sus dientes cuando vuelvo a mirarlo, sabe mi respuesta, lo sabe y por eso sonríe como el hijo de puta, desgraciado y diabólico que es.

—La puerta, quiero cruzar la puerta—hablo pausadamente, intentando que los nervios no se escuchen en mi voz, pero para él no es necesario oírlos, él puede verlos; flotando entre nosotros mientras saca una pequeña llave de su bolsillo para abrir la puerta y luego con la mano en mi espalda baja, me insta a entrar.

Frenesí [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora