13. Estrategia.

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Francesca

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Francesca.

Ha pasado una semana, donde además de huir de Eros con quien no quiero hablar, y a quien ya se le ve caminando por los pasillos aún un poco adolorido, al menos ya se levanta de la cama.

Y aunque con Kannis si deseo hablar no he podido, a excepción de cuando Enzo la visitó a mitad de semana para ver si deseaba decir algo. Su única respuesta fue el silencio.

Tuve que sacar a Enzo de la habitación antes de que fuera a decir algo. Las venas en su cuello se marcaron intentando contener la ira de ese momento.

Para mi sorpresa al término de la semana decidió acompañarme a  comprar un vestido elegante para la comida con el español.

El vestido que escogí es de color blanco, y aunque la mueca de Enzo por usar blanco de  nuevo apareció, simplemente fingí no verla. La tela es gruesa y lisa, en realidad es un vestido muy sencillo, sin nada más que su color blanco para resaltar. No tiene escote ni mangas y me llega a mitad del muslo. Se amolda a mi figura por lo que no oculta mis curvas.

—Te compré esto, úsalo— escucho a Enzo tras de mi.

Trae en sus manos dos estuches de gamuza negra, de diferentes tamaños. Tomo el más pequeño del que saco dos pequeños aretes en forma de flor, la piedra del centro es un diamante y las flores son verdes por la esmeralda, de la flor cuelga una pequeña lágrima de diamante que lo hace lucir aún más hermoso y delicado. El segundo es una gargantilla con matices plateados y verdes, pero en el centro lleva una piedra de esmeralda un poco grande que la hace resaltar.

Me ayuda a colocarme la gargantilla y dejo mi cabello suelto en ondas naturales mientras me miro al  espejo.

Uso unas sandalias de tacón con tiras plateadas y blancas. Doy una vuelta y me topo con el pecho fuerte de Enzo cubierto por una camisa negra de satén.

Él también está muy guapo con su pantalón de vestir, usando los dos primeros botones de su camisa desabrochados, para revelar la cadena de plata con un pequeño dige de la parca; y los zapatos de marca italiana que tanto le gustan. Ya que esta semana se dejó crecer la barba y el bigote, su rostro luce mucho más fuerte y maduro. No lo hace ver como un viejo, pero por alguna razón no puedo dejar de sentir que me gusta así.

—¿Qué tanto miras?— pregunta con una sonrisa conocedora.

—Nada—

Paso por su lado para ir al baño en busca de mi anillo de casada que me quite antes de ducharme.

 —Escúchame— dice prohibiéndome el paso y deteniendo mi caminar cuando me sujeta por el brazo— necesito que lo seduzcas, pero no exageres, solo quiero que coopere con eso y si no lo hace tendré la excusa de que se propasó con mi mujer por si las cosas no salen bien—

—Enzo— siseo molesta en su cara— no soy una puta, si pretendes llevarme allí como una, estás equivocado—

—No, cariño, la que está equivocada aquí eres tu— su agarre en mi brazo se refuerza cuando intento soltarme—Tu eres una puta, pero no cualquier puta, tu eres mi puta, mía— gruñe en mi cara.

Frenesí [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora