4. Enemigo o aliado

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Enzo.

Tres semanas. Tres malditas semanas han pasado desde que ese hijo de puta se atrevió a desafiarme.

Tres semanas de mierda, en las que lo he buscado por cielo y tierra, sin algún resultado.

Tres semanas en las que continuó sin darle una respuesta a mi hombres sobre quien logró penetrar mis defensas, sobre quien tomó mi título como Capo para limpiarse el culo y luego restregármelo a la cara. Tres semanas en las que no he dormido, ni he estado demasiado en mi casa porque simplemente no puedo quedarme quieto.

Golpeo una vez más al hombre frente a mí, su quijada hace un sonido inhumado y veo como Armand recoge a otro de sus soldados para llevarlo con el doctor que vive en su casa.

Un total de quince hombres, esa es la cantidad que Armand y Thomas han tenido que llevar a la enfermería. Dieciséis si contamos al que maté.

Mi ira en estas semanas, ha ido en crescendo, conozco a Skuld, por supuesto que lo conozco y el saber que aunque lo encuentre no podré entregarlo, ni desmembrarlo ante mis hombres, me pone de peor humor.
Nada aplaca mi ira.

Mi teléfono empieza a sonar y creo ver a mi nuevo contrincante suspirar de alivio. Antes de atender la llamada saco mi arma de la cinturilla de mi pantalón y le disparo en medio de las cejas.

—Pero, ¿qué demoni…?—.

No continuo escuchando las exclamaciones de Armand, ya que le pongo atención a mi llamada.

—No puedes matarlo—.

—¿Cómo te enteraste?— exijo entre dientes.

Comienzo a alejarme del campo de entrenamiento y siento los pasos de Thomas detrás de mí.

—No puedes matarlo— repite.

Me subo en el auto furioso y aunque Thomas se sube al asiento del copiloto, arranco antes de que termine de cerrar la puerta. Por suerte la logra cerrar sin terminar en el pavimento arrollado.

—Quiero saber cómo carajos te enteraste de algo que nadie, solo dos de mis hombres de confianza saben— me río sin gracia mientras aprieto el acelerador— Fue a verte, ese maldito fue a verte—.

—Enzo, debes…—.

—No debo nada, padre. Ya no eres el hombre más importante de la mafia; yo lo soy— grito la última parte demostrando lo furioso que me encuentro—y como tu capo te ordeno que me digas donde está—.

—Sabes que no puedes asesinarlo sin que la verdad no salga a la luz—.

—Una vez este en mis manos me encargaré de ese asunto—.

—Enzo— escucho su suspiro resignado — él es…—.

—Se lo que es. Sé quien es y sé todo lo que he hecho por ese mierdilla malagradecido. También sé y recuerdo todo lo que tú, mi padre— recalcó — como mi capo, me obligó a hacer—.

Frenesí [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora