10. No hacía falta.

414 62 81
                                    


Me concentré en respirar, el aire se sentía pesado en ese momento. De pronto fui consciente de cómo todo el lugar olía a él, cómo su calor envolvía mi mano y evitaba que temblara.

No podía ser tan estúpida, era sólo un beso. Como el que me había dado Nano, pero al mismo tiempo sabía que no sería igual. Lo de Nano era un amor inocente. Con Brandon era todo menos inocente, yo quería hacer cosas con él que con Nano ni siquiera se me hubiera ocurrido. Brandon calentaba todo mi cuerpo, me quitaba el aliento, me hacía temblar de anticipación.

Él tragó saliva una vez más y humedeció sus labios. No podía creer que eso en realidad estaba ocurriendo, que iba a pasar.

Se arrastró los centímetros que se había alejado cuando supo de mi enamoramiento y llevó su mano libre, la que no sostenía la mía, al costado de mi rostro.

Con Nano sólo había sido un roce de labios, yo debería haberle dicho eso, pero apenas estaba pensando. Humedecí mis labios también y él siguió el movimiento con su pesada mirada antes de inclinarse hasta que nuestras narices rozaran.

Su aliento olía a café ahora, era cálido y abrazador.

Fui yo la que se inclinó a sus labios y el hormigueó cuando alcancé su piel se extendió por todo mi cuerpo. Su boca era suave, muy suave. Sus labios rellenos y mojados me invitaron a mover los míos que no podían dejar de temblar.

Brandon soltó mi mano y la arrastró por mi cabeza hasta la parte posterior para profundizar el gesto. Su lengua ingresó entre mis labios cuando los abrí para dejar salir un jadeo y mi cuerpo se acopló de inmediato al suyo tomándola, dejándolo inspeccionar e intentando, inútilmente, hacer lo mismo con su boca.

Me arrastré aún más cerca, luchando por el control del beso y sus manos se apretaron en mis caderas y se animaron a descender peligrosamente cerca de mi trasero, yo quería que él lo hiciera, pero se detuvo justo a tiempo sin cortar el gesto que se volvía más caliente con el correr de los segundos.

Gemí desvergonzadamente cuando mordió mi labio inferior. Creí que él se detendría, que eso sería una campana que le alertara sobre lo que estaba haciendo y pararía, pero no lo hizo. Continuó el beso empujándose contra mí, con necesidad y urgencia, hasta que comenzó a disminuir el ritmo y la fuerza de su agarre.

Dejó caer su frente en la mía y su respiración alocada, tanto como la mía, envolvía el corto espacio entre nosotros. Mi corazón latía fuertemente sobre mi pecho y mi cuerpo entero temblaba, no creí que pudiera volver a controlar mi cuerpo alguna vez.

—Mierda... —suspiró con su fuerte agarre en mis caderas. Tragué saliva ruidosamente e intenté, en vano, respirar con normalidad: nunca, en toda mi vida, había tenido un beso así. —Mierda Luce...

No dije nada, sólo sujeté su rostro con fuerza tratando de grabar la sensación de su piel, de su cercanía, de lo que acababa de pasar, en mi memoria. Había dicho que lo dejaría ir luego, como a Nano, pero lo que había sentido por Nano ni siquiera se asomaba a lo que sentía por Brandon.

Inclinó su cabeza y dejó un suave y casto beso en mis labios, probando, respondí dejando uno en sus labios también. Mi corazón latió más fuerte ante ese gesto tan íntimo, tan natural.

—Esto no está bien —dijo acariciando mi espalda baja con sus pulgares. Asentí. Lo sabía. —Mierda Luce, eres...

—Yo sé, lo lamento —aseguré acariciando su rostro suavemente antes de volver a mi lugar. No sabía cuándo, pero había terminado arrodillada a su lado, para poder inclinarme sobre él.

Brandon me dejó ir, pero no esquivó mi mirada. Sus ojos pesados, estaba por todo mi rostro.

—Lo lamento.

Nuestro SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora