18. A los cuatro vientos.

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Cuando desperté no hubo una erección frotándose contra mí, pero sí unos firmes y posesivos brazos me rodeaban y me afirmaban a su cuerpo mientras su respiración acariciaba mi cuello. Quise no moverme, para no despertarlo, pero necesitaba ir al baño.

—Noooo —se quejó con voz rasposa. Me reí intentando huir, pero se presionó más a mí. —Un ratito más Luce...

—Necesito ir al baño.

—Más tarde —murmuró besando mi cuello.

—No puedo aguantar —dije con pesar, porque quería ir, en serio lo necesitaba hacerlo. Me odiaba, quería quedarme allí, pero no podía más.

—Bien —suspiró deshaciendo el agarre. Me giré apenas para posar un beso en sus labios y corrí al hacer mis necesidades, quería volver de inmediato a él.

Unos minutos después, cuando lavaba mis manos, un pequeño golpeteo me llevó a la puerta para abrirla. Brandon me sonreía desde el otro lado y me pidió permiso para ingresar.

—Tengo que besarte, pero quiero cepillar mis dientes —dijo y me reí. Sólo él podía ser tan considerado.

Se movió dentro del lugar y rebuscó en una repisa para entregarme un cepillo nuevo.

—Quiero que tengas uno aquí a partir de ahora, espero que puedas venir a dormir más seguido conmigo.

Lo miré alzando las cejas y él procedió a usar el suyo.

—No vamos a hacer como si esto no seguirá pasando... tenemos que ser cuidadosos, pero lo logaremos.

—¿Hasta cuándo? —quise saber arrimándome a su lado y comenzando con el proceso también. No quería sonar ansiosa, pero eso del ocultamiento no me emocionaba en absoluto. Quiero decir, había personas que esa cuota de clandestinidad les gustaba, a mí no. Me ponía ansiosa, me angustiaba un poco.

—Cuando termines el colegio, esperaremos un tiempo y le podremos decir a todos —respondió con seriedad luego de enjuagar su boca.

Dos preguntas surgieron a partir de eso.

—¿Cuánto tiempo?

Brandon me miró y me sonrió con esa sonrisa que puede convencerte de cualquier cosa.

—No mucho.

Respuesta vaga. Suspiré, pero correspondí su sonrisa. Mi segunda pregunta, esperaba que tuviera una respuesta más precisa.

—¿No importa lo que todos dirán? ¿No te importa lo que nuestra familia dirá?

Lo pensó unos segundos y se inclinó a besar mis labios.

—Me importa. Pero más me importas tú.

Y con eso fui feliz. No importaba el tiempo que estaríamos ocultos, no importaba que tuviéramos que mantener nuestro secreto, porque al final del día, un poco después de que terminara el colegio, podríamos gritar a los cuatro vientos que nos amábamos.

Hicimos el amor luego. Puedo decir que fue así porque así se sintió. Antes había sido deseo, pasión, lujuria. Pero no ese día, ese día me sentí cuidada y querida y, dejando de lado los gloriosos orgasmos que tuve, fue una experiencia maravillosa que nunca había vivido.

Brandon era un amante grandioso y el cariño que emergía de él, la forma de cuidarme, de quererme, estaba más allá de que nunca antes había experimentado.

En ese momento pensé que estaría todo bien, que podría soportar nuestro secreto, que no habría nada que me haría dudar que él me quería como yo lo quería y que en cuestión de meses estaríamos mostrando nuestro amor a todos.

Nuestro SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora