La mirada de Brandon recorrió rápidamente el lugar hasta llegar a mí. Contuvo una respiración durante varios segundos antes de dejar salir el aire y esbozar una tímida sonrisa.
—León, —dijo Abril, esta vez a su hermano — vamos a comprar algo para tomar.
—No, justo estoy en —se giró y vio al recién llegado. Volvió a verme y esperó.
—Está bien —dije volviendo a mirar a Brandon, tras Abril, con un pequeño bolso en sus manos y su mirada fija en la mía. —La soda que sea de dieta, estoy cuidando mi figura.
—Tú, ten por seguro, no lo necesitas —dijo León poniéndose de pie para alejarse de la cocina.
Saludó a Brandon y salió con Abril tras él.
Esperé pacientemente, esperando la ola de emociones, los nervios, los cosquilleos, el llanto, la angustia, el dolor, algo.
Pero no.
No había nada.
Ni siquiera cuando él se acercó, poco a poco, con cuidado, como si se estuviera arrimando a un animal herido que podía morderlo. Nada.
Esperé un poco más, quizás deseando que hubiera algo. Pero no. No sentía absolutamente nada.
—Hey —lo saludé moviendo mi cabeza. Él arrugó su rostro y largó un suspiro ¿Nervioso? Quizás. —¿Te quedas a comer?
Asintió, probablemente aliviado por la repentina invitación. Brandon era familia, no se le negaba comida a la familia.
—¿Cómo estás? —quiso saber él tomando asiento en la mesa, donde anteriormente estaba León.
—Bien —respondí poniéndome de pie para ir por otra pre-pizza. No alcanzaría con dos ahora que se había sumado alguien más. —¿Tú?
—Bien.
Quería preguntarle cómo había conseguido mi dirección, pero la verdad, no importaba mucho. Él estaba ahí, frente a mí, y no importaba cómo era que había llegado.
—¿De paseo?
Se relajó un poco cuando no se encontró con un vaso, o una olla o un palo de amasar siendo revoleado hacia él. No sé qué esperaba, pero supongo que algo así.
—Tuve que hacer algunos trámites, pensé en pasar a saludar.
—¿Cerveza? —pregunté. Él asintió y le tendí una. Tenía muchas. Mi amigo, el delivery, siempre me traía una de regalo. A mi no me gustaba mucho la que él elegía, así que siempre había varias en mi heladera. —¿Qué tramites?
—Cosas familiares, aburridos —sonrió. Su sonrisa seguía igual, el efecto, se había ido. —¿No tienes clases?
—Vacaciones —dije. Porque sí, estábamos en la última semana de vacaciones de invierno. Él pareció caer en la cuenta de que también estaba en vacaciones, si es que siguiera trabajando en su mismo trabajo.
—¿Te ha ido bien?
—Bastante bien, Abril y yo hacemos un buen equipo —aseguré volviendo a cortar jamón y queso para la comida. —Pensábamos que sería más difícil, pero somos inteligentes, lo llevamos bien.
—Me alegro mucho —sonrió grande. Habían sinceridad en sus palabras y sus gestos. ¿Me afectaron? Para nada. Incluso me preocupé un poco por eso.
Sabía, inevitablemente que alguna vez nos volveríamos a ver, y realmente creí que algo se removería en mí, algo bueno o algo malo. Pero tenerlo allí, frente a mí y no sentir nada que no sentiría con un extraño, me hacía cuestionarme si realmente había pasado lo que había pasado entre nosotros. ¿Y sí había sido algo que inventé en mi cabeza? ¿Y si me había vuelto realmente loca? Quiero decir, una loca sería lo último que faltaba en mi familia. Cartón lleno.
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Nuestro Secreto
Подростковая литератураLucila Di Girólamo había crecido rodeada de mentiras, amores imposibles, relaciones fallidas. Siempre se había sentido sola e incomprendida y la adolescencia había llegado en un mal momento, pero ella quería hacer la diferencia, quería apartarse de...