11. Ese brillo.

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Brandon se durmió unos minutos después, desnudo y alejado de mí. Esperé un poco más y me moví fuera de la cama, le quería ahorrar el mal rato de encontrarme en su cama al día siguiente.

Junté mi ropa desparramada por el suelo y fui directo al baño. Allí tomé una ducha y volví a la cama, esta vez junto a Minerva.

Aún me temblaban mis extremidades, ese había sido el mejor sexo hasta el momento. Había llegado a pensar que no me gustaba, que no había nacido para tener relaciones de ese tipo, pero luego de lo que Brandon me había mostrado sabía que había estado equivocada todo ese tiempo.

No tardé en dormirme. Desperté unas horas después con la puerta de la habitación abriéndose de un fuerte golpe.

—¡Arriba dormilona! —gritó la chillona voz de Jaime.

Me reincorporé con el corazón en la garganta y lo miré con mis ojos extremadamente abierto. Si yo me hubiera quedado en la cama de Brandon eso sería un maldito desastre.

Lo observé intentando calmar mi nerviosismo y llevé una mano a mi pecho.

—¡Vamos! —gritó más fuerte, en dirección a la habitación de Brandon, pero sin moverse de la puerta de la mía.

—¿Qué estás haciendo aquí? —me quejé mirando mi vestimenta. Había dormido sobre el cubrecama, con una manta y mi ropa puesta.

—Vine a buscarlos ya que ninguno contestaba —dijo mirando curiosamente todo a su alrededor.

Ignoré su escrutinio y miré la hora, apenas eran las diez de la mañana.

Tenía varias llamadas perdidas y algunos mensajes. El mensaje de Roxanne rezaba: "Repórtate".

Incliné el teléfono y saqué una foto en la que aparecía Jaime. En la descripción puse: "Todavía viva, Jaime vino por mí... seguro tenemos planes con los muchachos". La respuesta fue inmediata y me dijo que pasara a casa antes de hacer cualquier cosa. Perfecto, no quería un sermón.

Jaime se movió por el pasillo mientras yo salía de la cama y sentía el dulce dolor de una noche de sexo. Había sido jodidamente fantástico.

Puse mis zapatillas y salí del lugar mientras los oía hablar y reírse sobre el desastre que era Brandon esa mañana.

Yo fui a preparar café y a mentalizarme de no hacer eso incómodo.

Jaime fue el primero en acercarse a la cocina e informó que Brandon tomaría un baño.

—¿Descansaste bien?

—Si, Minerva no tuvo problema en compartir su cama —le sonreí pasándole una infusión. —Incluso no la escuché en toda la noche. ¿Tú?

—Me desmayé en la cama —respondió preparándose una tostada. —Hacía mucho tiempo que no bebía tanto. Fue una buena noche.

—Y supongo que tienen planes para hoy.

—Sólo un almuerzo en el río.

—Hace frío —le dije. No era tiempo de ir al río.

—Sólo comeremos —rodó los ojos.

—Podríamos comer aquí y no congelarnos.

—Oye... está bien, tomaremos un poco de aire y nos distraeremos —dijo tirando su mano a la mía. Me sonrió amable. Él podría decirme que no vaya, que no hacía falta porque yo no era amiga de ellos, pero en cambio, insistió.

Asentí una vez.

—Quiero mi llave de vuelta —dijo Brandon llegando al lugar con una toalla secando su cabello. Eso explicaba el porqué de la irrupción de Jaime en el lugar. —Lucy va a volver a trabajar y la necesita, así que la quiero de vuelta.

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