Llegué a casa y encontré a Miranda en la sala. Nos abrazamos demasiado fuerte porque no veía a mi hija después de casi 3 años. Era toda una señorita, estudiosa, responsable y amorosa. Jamás me imaginé que Miranda iba a madurar tanto.
Conversamos sobre la urgencia que me había dicho por teléfono y era que, se venía a vivir por un tiempo aquí a mi casa. Era la más feliz porque ya no iba a estar sola.
Mientras acompañaba a Miranda a su recámara para que pueda acomodar sus cosas, me entra una llamada de Martín.- ¿Aló, Martín?
- Alicia, soy Karina, por favor no cuelgues.
- ¿Qué pasó? ¿Qué haces con el celular de Martín?
- Martín se ha puesto mal.
- ¿Qué? ¡Si yo hace una hora lo dejé bien!.
- Cálmate por favor. Te llamo para avisarte que lo estoy llevando a la clínica porque no está nada bien.
-Gracias por avisarme, estoy yendo para allá.
Cuando recibí esa noticia, se me hizo un nudo en la garganta. Rezaba a que por favor no le pase nada malo. Llamé a Miranda para avisarle que salía de urgencia, que cualquier cosa me escriba o me marque al celular. Los nervios me ganaban, necesitaba estar con Martín para ayudarlo y apoyarlo, así como él lo hizo conmigo.
Llegué a la clínica y pregunté por Martín, me derivaron a sala de emergencia ya que él se encontraba internado ahí. La enfermera me acompañó hasta su recámara y lo encontré durmiendo. Mis ojos se me llenaron de lágrimas, me sentí tan mal por no poder ayudarlo.- Enfermera, ¿qué fue lo que le pasó, por qué está así?
- El señor tomó demasiadas pastillas junto con dos tipos de trago, prácticamente se quiso hacer algo y terminó intoxicado.
- ¿Pastillas y trago? En que estuvo pensando Martín, ¡Por Dios!
- La señorita que lo trajo hasta aquí dijo que lo había encontrado con el pomo de pastillas casi vacío y una botella en la mano.
- ¡Martín está loco!. Enfermera, podría dejarme sola por favor?
-Claro que sí señora, cualquier cosa estoy afuera.
- Muchas gracias. Y por favor, que nadie entre, necesito estar con él, a solas.
Cuando la enfermera se retiró, corrí hacia él y lo besé, quería ver si con mis besos despertaba pero no, no funcionó.
- Mi amor qué te pasó, por qué estás así, te dejé tan bien y ahora mírate, estás postrado en una camilla. Martín por favor dime algo, no puedo con tanta angustia.
Lo único que hacía era llorar. Cuando estaba sentada, tomando su mano y hablándole para ver si despertaba, entró Karina junto a Carlota. Carlota se me fue a las manos, y yo sin saber el por qué.
- Por tu maldita culpa, Martín está mal. ¡Por qué apareciste, Alicia! Debiste de largarte, y bien lejos.
- Qué te pasa, Carlota, estás loca, no fue mi culpa. A Martín lo dejé bien, no sé cómo y por qué acabó así.
- ¿No sabes? Como que no sabes, qué tipo de "enamorada" eres.
Dejé hablando a Carlota sola, bueno ni sola porque quién la acompañaba era Karina. Fui a llamar a Fedora para que venga a acompañarme porque yo de aquí no me movía. Me sentía tan mal por no saber qué cosas le pasaba a Martín.
Mientras esperaba a Fedora, la doctora se me acercó.- ¿Señora Alicia Montiel?
- Sí... Sí soy yo, qué pasó doctora.
- El señor Martín despertó y está preguntando por usted. ¿Desea ir a verlo?
- Por supuesto doctora. Muchas gracias.
Mi alma volvió al cuerpo, no saben el alivio que sentí cuando la doctora me dijo que Martín había despertado y enseguida había preguntado por mí.
- ¿Señor Martín? Aquí está la señora Alicia. Los dejo solos para que conversen, cualquier cosa estoy afuera.
- Muchas gracias doctora.
Agradecí a la doctora y enseguida fui a besarlo y abrazarlo.
- ¿Martín qué te pasó, por qué hiciste eso?
- Me sentía demasiado mal, Alicia. Todo se me juntó y no sabía cómo botarlo.
- Pero así no solucionas nada Martín. ¿Por qué no me contaste nada? Capaz te hubiera ayudado en algo.
- Estando aquí ya me estás ayudando mucho mi amor.
Lo miraba y le acariciaba su carita para que así se sienta un poquito mejor.
- Mi amor y , ¿Carlota?. ¿No estaba aquí contigo?
- Sí, estaba con Karina pero les pedí por favor a que se retiraran.
- ¿Y eso?
- No quería que mi pareja se sienta celosa.
La cara de pícara que se manejaba era lo más bonito que he visto y, mientras conversábamos, comenzó a sentir unos pequeños dolores.
- ¿Estás bien Martín? ¿Quieres que llame a la doctora?
- No amor, no es necesario, sino que tengo un dolor por aquí.
Me comenzó a señalar su cachete. ¿Qué tenía que ver el cachete con la infección que le había dado?
- Ven mira, acércate. Creo que con tus besos se me va a pasar.
- Qué gracioso eres, Martín. A ver, ¿Dónde te duele?
- Aquí mira, ¡Auch!
- ¿Aquí? - Le daba un beso.
- No no, ahora es más a la derecha.
- ¿Aquí?
- No no, ahora aquí.
Así me tuvo hasta que me señaló sus labios.
- ¡Es en serio Martín!
- Dame un besito, pues. Capaz con eso se me pasa y ya dentro de un par de horas me están dando el alta.
Lo miré, me acerqué y lo besé. Me sentí tan bien verlo que, dentro de todo, esté mejorando y que ni aún así, enfermo, haya perdido esa chispa tan linda que me encanta.