12- Nerviosismo - Epílogo.

236 26 46
                                    

Te ves lindo.- Acaricié su mejilla.

Oh por Dios, estoy que muero aquí, Diego...- Hizo un puchero, apretando mis brazos.

Solté una risita.

Yo también... Voy a casarme contigo, Roberto.- Tomé su cintura.

Está sudando del miedo.

Lo apreté en mi pecho, acariciando su espalda.

Ah... Es serio estoy muy nervioso.-

Estaremos bien... Es una boda sencilla, llena de nuestros amigos, nadie nos criticará.- Besé su frente.

Apretó su rostro en mi pecho.

Estás muy nervioso...- Dijo, soltando una risita.

Mi corazón está latiendo como loco.

Mmh... No te burles.- Froté su espalda.

Se levantó recto, acomodándose el traje.

¿No estoy despeinado?.- Me miró, acomodándose la corbata.

Negué, besando su mejilla.

Me sonrió, viendo al altar.

Una boda sencilla, en un parque.

Nuestro parque.

El altar se posaba frente a aquella jacaranda que hizo darme cuenta de lo mucho que lo amo.

Suspiré.

Estáremos bien... Nos tenemos el uno al otro.- Roberto tomó mi mano, moviendo sus manos, tratando de quitarse la ansiedad.

Sonreí, viendo sus tiernas acciones.

Solté una risita, apretando su mano.

Vamos.- Susurró.

Caminamos desde nuestro "escondite" hasta el altar, mientras "Valentine" de "Laufey" sonaba.

Roberto temblaba ligeramente, mientras que trataba de controlar su respiración.

Nuestros amigos nos miraban emocionados.

Abril, es la única amiga de Beto a la que conozco.

Besé su mano.

Y al fin, llegamos al altar.

Un bello arco nupcial lleno de flores nos acompañó.

Miré el rostro de mi casi esposo.

Sus bellas mejillas se pintaron de un suave rojo.

Besé su mejilla.

Miramos al juez, sonriendo.

El día de hoy estamos presentes para darle vida al matrimonio de Diego Martín Balsa y Roberto Sebastián Guadarrama Jiménez.- El juez sonrió, viéndonos.

Nuestras manos se tomaban con fuerza, mientras que nuestras respiraciones agitadas se coordinaban.

Entonces, le pediré al señor Diego Martín Balsa que firme el acta matrimonial para después dar su anillo, dando sus votos matrimoniales.- El juez me entregó una pluma.

Solté la mano de mi prometido.

Me acerqué a la pequeña mesa, para poner mi firma allí.

La firma más preciosa que jamás haya hecho.

Sonreí para mí.

Tomé uno de los anillos, para voltearme a los ojos de mi Roberto.

Suspiré, tratando de tranquilizarme.

El chico del apartamento 512 ; RobarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora