Cap 3 - Mi venganza me delata

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Tenía 15 años cuando por mi culpa, matasen a mi madre. Por ello debía vengarme. Estudiaba meticulosamente cada movimiento de Ramón para asesinarlo sin dejar rastros. Sería fácil, no tenía familia, nadie visitaba su casa, solo que no debía cometer error alguno, pues el mínimo detalle me haría caer.

Dediqué 3 años de mi vida en montar todo el plan. Me sentaba diario en mi ventana, y por horas (como cuando era niño), seguía aquel viejo mirándome fijamente. Esta vez mi mirada reflejaba odio.
Mi tía que en aquel entonces decidió vivir conmigo, sabía que algo no andaba bien. Por ello a cada instante me obligaba a separarme de allí.

Fue en la noche del 5 de septiembre cuando decidí actuar. Estaba solo en casa, nadie sospecharía que después de tanto tiempo, aún debía desagraviar aquel viejo.

Recuerdo que tomé un par de guantes (no podía dejar huellas), un cuchillo, y como en las películas de asesinos en serie, fui hasta la casa de Ramón una vez más. Le brindé un pedazo de dulce. Evidentemente me invitó a entrar y en cuestiones de segundos terminé el trabajo.

- Muy fácil – pensé - ¿había dedicado tanto tiempo para hacer algo tan sencillo?

En aquella sala sentí la presencia de alguien más. Revisé el lugar, pero nada extraño pude encontrar.

- Quizás es la señora de Ramón que vino a recogerlo. – pensé con ironía y salí de allá cuidadosamente.

Me percaté no ser visto. Solo que no contaba que el policía del pueblo, pasaría justo por mi lado y viera mi ropa manchada de sangre. El policía me interrogó. Traté de esquivar sus preguntas. De todos los detalles que había estudiado, olvidé el más importante, fui a asesinar a alguien con una camiseta de color blanco.

Desde esa noche cumplí una condena de 4 años en la prisión de La Habana. Si mi venganza me había llevado hasta este punto, pues ahora no sería el momento de arrepentimientos. En cierto punto era feliz. Hice justicia por mi madre.

En la cárcel aprendí las herramientas necesarias para no haberme equivocado. Recuerdo que con la ayuda de mi tía Juana, varios psicólogos atendieron mi caso. Nunca presté atención a esas consultas desmedidas.

De mi madre aprendí que las casualidades no existen. Siempre resultó extraño el motivo de la aparición de aquel oficial en el preciso momento que nadie estaba, mas solo yo y Ramón.

Pasaron 3 años y medio para que el médico por equivocación, me confesara que Juana (mi tía) era amante Ramón, y la noche del homicidio, estaban juntos.




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