Cap 8 - No lo puedo creer

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Ubiqué el cuerpo al lado de la cama que había en la habitación. Le descubrí el rostro, pues su cabello lo cubría. Conseguí distinguir su cara y quedé impactado.

Mis ojos no lograban creerlo, yo temblaba, era inadmisible lo que estaba viendo. Me quité el pulóver, quise detener la hemorragia, pero era demasiado tarde. No poseía vida.

Vociferaba, sollozaba de pánico, no desistía de temblar. Por primera vez aprecié el miedo de cerca.

— ¡No puede ser! ¡Tiene q ser mentira! — dije mientras me apartaba llorando del cuerpo ensangrentado. Volvía y me separaba del cadáver para asegurarme que era cierto, caminaba desesperado por toda el cuarto. 

Aquella mujer que había acuchillado era mi madre. No entendía como ella llegó hasta allí. ¿Qué le sucedió al entrar a la casa de Ramón hace algunos años? ¿Por qué el vecino me explicó que murió? Tenía muchas preguntas y la única que podría responderme, ya no vivía.

Me aproximé a su mejilla y le di un beso.
— ¿Me perdonas mamita? Perdóname, por favor háblame. Toda la vida pensé que estabas muerta, hice justicia por ti. Por favor dime algo. — le exigía desconsoladamente.

Esa noche no regresé a mi casa para dormir. Preferí acompañar a mi mamá. El destino me regaló la oportunidad de tenerla en mis brazos nuevamente. La cargué hasta el baño, y conversando con ella, le dejaba caer lentamente un poco de agua fría por todo su cuerpo.

Cuando concluí de bañarla, la trasladé hacia la sala y la situé en una butaca a mi lado. Platiqué con ella por horas, salvo que no podía responderme.

— Claro que no te responde, si la mataste. — una voz sucumbía en mi cabeza. Esa misma voz, que forjó que asesinara a Ramón y enterrase a mi tía en un lugar que nadie la descubriera. La misma voz, que al mencionarme siendo un niño, que mi madre estaba muerta, llegó a mi mente, para no irse jamás.

Seguidamente le di el último beso. Tomé su cadáver, la sepulté junto a mi tía, una al lado de la otra. La diferencia es que esta vez, puse unas flores plásticas encima de la tierra, y le canté su canción preferida.

Inmediatamente volví al cuarto en donde estuvo mi mamita. Debía hallar alguna pista que esclareciera toda la situación.

Recuerdo que estaba amaneciendo, aproveché la luz del día y busqué por aquel lugar, cualquier evidencia que me explicase como mi madre estaba viva. Pero no la encontré, así que decidí marcharme antes de ser visto saliendo de allí.

Al llegar a mi hogar tomé una ducha, desayuné, después fui hacia la casa de aquel vecino que me había mentido.
Ahora tenía con él, una cuenta pendiente.

En la casa de enfrente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora