En la mañana del 25 de julio llegué a la casa de Javier (así se llamaba aquel vecino que tan cruelmente mintió). Yo iba vestido de negro. Toqué la puerta delantera, salió él, lo empujé forzudamente. Cayó en el suelo de la sala. Saqué mi cuchillo, lo coloqué junto a su cuello.
— ¿Qué pasa David? ¿Por qué me haces esto? — añadía Javier desesperado.
— ¿Por qué me comentaste que mi madre estaba muerta? — le requería — ¿Qué hice para que siendo un niño me engañaras de esa manera? — estaba muy molesto.
— David puedo revelar todo. Por favor suéltame. — lloriqueando me imploraba que lo liberara.
— Te soltaré, si pretendes gritar, te acuchillaré como mismo lo hice con Ramón y después con mi madre. — le dije enojado.
— ¿Hallaste a tu madre y la asesinaste? Realmente era cierto lo que señalaba tu tía, estás frenético. — suspiraba de miedo mientras platicaba.
— Sí, la maté por tu culpa, por nunca relatarme la verdad. — decía mientras lo soltaba lentamente.
— Tu tía preparó todo durante años. Ella no toleró la idea de que, Manuel estaba seducido por tu madre. Así que les tendió una trampa... — me narraba el vecino.
— Sí, cállate. Yo se todo eso. Hace poco lo descubrí. ¿Cómo es que conociste a Juana? — le dictaminaba.
Aquel vecino me contó toda la verdad. Mi tía y él, se conocían de las visitas que ella realizaba a La Habana. Tuvieron una relación de poco tiempo. Me confesó que Juana estaba en esa relación, por el interés de acabar con mi madre, pues solo lo utilizaba a su conveniencia.
Con respecto a Ramón, Javier lo conocía del mismo barrio, y como estaba loco, no dudó en aceptar la propuesta. Claro, mi tía, utilizó también a Ramón con sus encantos, quien no demoró en caer en su trampa.
A Lisandra la encerraron en aquel cuarto por varios años. Entre ellos tres, le daban de comer, y de vez en cuando, Juana la torturaba. De hecho, el día que asesiné a Ramón, mi tía estaba atormentando a mi madre. Todo era un plan perfecto, salvo que ninguno contaba con que iba a tomar venganza.
Al saber toda la verdad, me marché hacia mi casa. Cuando llegué, fui hasta mi cama, y acostado, pensé en todo lo que descubrí.
Exactamente a las 2:00 am dirigí mis pasos hasta la vivienda de Javier, lo asesiné sin dejar rastros.
Envolví su cuerpo en una sábana, lo llevé a la casa de Ramón. Estando allí, lo arrojé fuertemente contra el piso de la sala. Esa noche me quedé en el cuarto donde estuvo mi madre.
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En la casa de enfrente
Misterio / SuspensoDavid un joven de 22 años. Desde pequeño se mudó a La Habana con su madre después de la separación de sus padres. Para sorpresa de él, al llegar al nuevo barrio, un señor mayor los recibe de la forma menos esperada. En ese entonces, se desatan una s...