Cap 7 - Casi me mata

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En la noche siguiente de haber enterrado a Juana, me senté a observar a aquella casona desde mi ventana.

Después de 30 minutos deleitándome con la vista, decidí entrar allá nuevamente. Traía pulóver y short negro, un par de chancletas rojas, una cadena de plata que Lisandra me regaló en mi cumpleaños número 12. Además, llevaba una botella de ron y un vaso.

Al llegar, me acomodé en una silla de madera. Comencé a tomar. Todo era muy oscuro, solo contaba con una vela que trasladé a allí cuando torturé a mi tía, la encendí.

- ¡Que distinto fuese todo si no hubiese entrado acá! – le exponía fijamente a mi imagen reflejada en el espejo.

De repente un estruendoso sonido ocurre. Tomé la vela, me levanté del asiento, busqué por todo el lugar. Era un gato cazando a una rata. Entre tanto ajetreo, el gato tumbó un cuadro enorme (media 1.80 cm aproximadamente) que quedaba en el cuarto del hijo de Ramón.

Detrás de ese cuadro existía una puerta. Entonces entré, algo llamó mi atención. Había comida, una cama, en la esquina una letrina. También ostentaba de una alta ventana, cubierta con un cristal que impedía que se oyera alguna voz para la parte exterior.

Otro ruido a mis espaldas. Doy la vuelta, una mujer vestida de blanco se encontraba parada detrás de mí. Rápidamente se arrojó a mi espalda. Apretó fuerte mi cuello, trataba de matarme.

- Vas a morir desgraciado. – gritaba ella.

Me desplacé hacia atrás, oprimí su cuerpo contra la pared, soltó sus manos debido al impacto. Aquella mujer salió corriendo de aquel cuarto. Extraje del bolsillo el cuchillo que siempre traía conmigo, la hostigué por todo el interior del hogar, pero se escondió.

- ¡Sal de donde estás! – le gritaba, entre tanta oscuridad escasamente lograba distinguir. La vela se quedó atrás, no podía regresar a buscarla.

Inadvertido me tomó por la espalda otra vez. Comencé a forcejar, cuando alcancé quitármela de encima, sin mirar su cara, pude asesinarla rápidamente. Le di una puñalada por el estómago y tres más por el dorso.

- Todo está bien. – recapacité, di dos pasos hacia atrás, seguidamente me senté en la silla para tratar de calmarme.

No pasó mucho tiempo para que arrastrara el cadáver hacia el cuarto en donde estaba la candelilla encendida. Al fin podría verle la cara a quien trataba de matarme.

En la casa de enfrente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora