Detrás del espejo

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La cara oculta lo que todos llevamos dentro y que tarde o temprano emana lo que nos hace ver como monstruos  deseosos de sangre.

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Episodio cuatro.

Valt 4:30 

Jamás pensé la Shu tuviera los mismos gustos que yo en la pintura, como él hay uno en mil. Además cuando llegamos se limitó los comentarios sobre mi casa, odio a las personas que solo se fijan en las cosas materiales, también de todas las pinturas caras y de personas reconocidas en esa industria él puso sus ojos en la que menos esperaba, la pintura que me encontré en la basura. Le pregunté si era raro, me dijo que no rápidamente, al principio pensé que me diría algo sobre el por qué me gusta eso si es horrible ver o más bien, tener pinturas de personas mutiladas, esclavizadas o sometidas de forma sexual pero no, él no hizo ningún comentario sobre eso, al contrario, dijo que era linda y se interesó por el cuadro que había recogido yo. 

Fuimos a la cocina ya que había dicho que cocinaría para mí, me canse de la comida congelada o del restaurante, tiene años que no como algo hecho en casa, desde el día que mi madre dejó este mundo y mi padre... bueno, él solo empeoró un poco. Era una suerte que no estuviera en este momento o Shu ni siquiera hubiera podido poner un pie dentro.

Me senté en la barra y me quedé viendo cómo cocinaba, parecía un profesional por la forma que movía el cuchillo en las verduras, paso poco más de media hora y al fin me sirvió un plato, se veía deliciosa aquella comida, y estaba en lo correcto realmente me gustó, fue increíble toda esa combinación de sabores dentro de mi boca, una sensación maravillosa. Le pedí que se sentara a comer conmigo, si hubiera sido alguien más seguramente solo lo hubiera dejado parado esperando a que yo terminara de comer pero algo me dijo que debía invitarlo, era agradable su compañía después de todo.

—Quedó deliciosa muchas gracias —le dije mientras me levantaba a poner mi plato en el lavadero de trastes— ¿Vamos? —mire si ya había terminado.

—Si, pero... ¿No quieres que lave los platos? —dijo poniendo su plato y vaso en el mismo lugar donde yo los había puesto.

—No es necesario, yo me encargo después... mejor vamos, ya es tarde —hizo una mueca que dejó ver que no estaba contento con eso, tal vez pensó que no podría hacerlo yo por mi cuenta, ¿Es fácil lavar un poco de trastes sucios, no? Nada del otro mundo.

—Bien, vamos.

Se levantó y me siguió hasta la salida, los dos subirnos al auto y regresamos a Lucoin donde seguramente Ukio nos esperaba estresado por la tardanza, y es que en la comida nos dan dos horas pero nos tomaría una hora más o menos llegar a la empresa, lo que dejaba tres horas en total, una más de la acordada, aunque bueno, le daba más a esos empresarios de lo que ellos imaginaban así que no había problema.

Los dos íbamos muy callados pero no era incómodo, era un silencio que de alguna forma me hacía sentir bien y me daba mucha tranquilidad, lo vi de reojo y se veía concentrado revisando mi agenda, su cabello le tapaba parte de su rostro pero dejaba ver su cuello, se veía tan suave y blanco que una corriente eléctrica me recorrió por completo el verlo.

—¿Estás bien?, ¿Tengo algo en el cuello? —hablo sacándome de mis pensamientos mientras agarraba con su mano el cuello buscando algo. Negué rápidamente.

—Simplemente llamó mi atención tu piel —el trato inútilmente de no dejar ver un sonrojo en sus mejillas— Eres muy blanco —acaricie su cuello y parte de su cabello, sentí su piel erizarse ante mí tacto, era divertido verlo así— ¿Te pongo nervioso?

Two Crazy LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora