El corazón se me paraliza por completo, estoy a punto de salir y echarme sobre el cuello de Angelien y llorar hasta empaparla mientras suplico por su perdón.
De repente abren la puerta del baño y hundo más mi cara entre mis manos.
—Lo siento —grito, levantando mi rostro con los ojos cerrados y lágrimas cayendo.
Enseguida una mano me tapa la boca.
—¡Cállate, Eider! —susurra Paterson.
Abro los ojos y parpadeo al verlo aquí adentro y sin camisa. Parece que es bueno haciendo ejercicio. Sus bíceps están bastante bien, con el uniforme holgado que siempre lleva no habría podido identificar lo bien que tiene remarcado el cuerpo.
—¿Me estás viendo? —vuelve a susurrar. Quita su mano de mi boca.
Miro hacia otro lado antes que mis pómulos se enrojezcan.
—¡No! —digo con voz ronca. Lo empujo hacia un lado—. ¿Qué cosas dices? Das bastante pena.
Él se tapa la boca para no reírse.
—Sí, claro. —Se acerca con los brazos extendidos de par en par—. Ven y dame un abrazo.
—Apártate de mí. —Lo empujo por el pecho. Frijoles, si que está fuerte.
Abren la puerta y le lanzan la camiseta.
—¿Por qué has demorado tanto en abrir? —Escucho a la mamá de Melody por detrás de la puerta.
—Eider estaba vomitando en el baño. Tenía que tomar su frente y su cabello o si no hubiera terminado muy mal.
Frunzo los labios. Como siempre soy el plan B de todo el mundo, estoy destinada a ser el conejillo de indias del universo.
Paterson se coloca la camiseta del instituto, dejando atrás todo rastro de musculatura.
—¿Cómo sigue? —dice Angelien. Escucho preocupación en su voz—. Hablaré con Annika. Tuvo que haber hecho algo mal.
—No —suelta rápidamente su hija—. No fue lo que comió aquí, más bien fue algo del colegio.
—¿Y dónde está?
—Tienes que salir —susurra Paterson, pegando su oído contra la puerta.
Con tanta angustia no me había percatado que el baño también es del color favorito de Melody, añadiendole algo de blanco y un poco de melón, el melón va más bien en las toallas, el cepillo de dientes y el jabón. Cielos, hay tanta perfección que me duele la cabeza.
—Tienes que hacerlo ahora —continúa él.
Lo aparto de la puerta y le hago señas para que se coloque detrás de ella, él obedece sin titubear. Abro la puerta, salgo y la cierro de una. Apoyo mi espalda contra la puerta.
—¿Querida, estás bien? ¿Has estado llorando?
Froto mis ojos.
—Me las provocaron las arcadas —le digo.
Melody tiene los ojos expandidos de preocupación y su respiración está bastante agitada y no creo que sea por Paterson, casi que la han pillado o más bien "nos" han pillado. Sin embargo, aún no podemos bajar la guardia hasta que Paterson se haya ido de aquí. El corazón se me va a salir y las manos me tiemblan no sé si del susto o del enojo que cargo, es su culpa que todo esto haya pasado. Si ella se amarrara el vientre no estuviéramos en esta situación.
—Vamos, Eider. —dice la señora Weinghart. Me extiende su brazo y me señala las escaleras con el mentón.
Bajo las escaleras junto con Angelien y puedo sentir la presencia de alguien moviéndose detrás de mí, volteo ligeramente sacudiéndome el hombro, solo para ver a Melody haciéndome señas con las manos, se inclina hacia delante como si le doliera algo, luego me señala a mí. Hace señas con sus dedos como si estuvieran caminando y enseguida señala hacia el cuarto.
Juro que quiero echarme a reír, tengo que mantener mis labios apretados para no soltar la carcajada. Melody y Charles Chaplin ahora podrían hacer un dueto, claro si él estuviera vivo.
—¡Ay! —Me quejo en el último escalón. No sé si para salvar mi pellejo o el de Melody. Abrazo mi estómago con fuerza—. Creo que... —Hago arcadas.
—¡Ay, madre mía! ¡Aquí no! —se queja ella. Da brinquitos de angustia—. ¡Mi mármol!
Tozo con fuerza porque si no lo hago voy a terminar riéndome sobre su mármol.
—¿El baño? —le digo con los cachetes inflados, simulando que tengo algo dentro. Me tapo la boca.
Ella me toma por los hombros con repulsión y me encamina hacia el baño que está al otro lado de la casa, si hubiera estado con nauseas de verdad, probablemente no hubiera llegado. Todo aquí queda a un extremo del otro.
Hago como si fuera a soltar todo mi almuerzo y ella voltea la cara, parece que estuviera viendo una película de terror mientras me sostiene el cabello. Estoy clavada con la cabeza en el inodoro, está tan limpio que puedo ver mis ojos grises y mis pecas bordeando mi nariz y mis pómulos en el reflejo del agua.
—Mam, déjame a mí —dice Melody. Su mamá sale y ella cierra la puerta del baño. Boto todo el aire que estaba conteniendo por la nariz y me siento en el suelo. Alzo la mirada—. Paterson se ha ido —me afirma.
Ella me observa de manera divertida y aunque quisiera patearle el trasero por haberme hecho pasar por todo esto, ver a la señora Weinghart dando saltitos me ha hecho cambiar de opinión. Me río con las manos en la boca y Melody lo hace igual. No queremos que nadie nos escuche.
Ambas tomamos una profunda bocanada de aire antes de salir. Su madre nos mira con el ceño fruncido, pero más de preocupación.
—Ya estoy mucho mejor —le afirmo—. Nada de qué preocuparse.
—Ven, le he dicho a Annika que te prepare sopa.
No me imagino que tan difícil tuvo que haber sido la infancia de Melody, su madre no sabría ni cambiar un pañal en ese entonces, seguramente habrá estado rodeada de Annikas que le hicieran todo. Sin embargo, nada se compara al calor y el abrigo de una madre, por muchas Annikas que pudiera haber. Estoy muy segura que Melody hubiera querido tener a su madre tomando su cabello y sosteniendo su frente cuando algo le caía mal y tenía que meter la cabeza en el retrete, mas, la realidad era muy diferente. Mi estómago generó un hincón al pensar esa posibilidad. Yo sé lo que es no tener una madre, aunque ella sabe que es tenerla y que te ignore, que haga como si no existieras, porque en estos últimos días, ella me ha tratado mejor a mí que su propia hija y eso me parte el alma. Ni sé cuál de los sentimientos es peor.
Las tres estamos sentadas en la mesa a punto de llevarnos la comida a la boca. Yo tengo sopa de pollo con legumbres y Melody y su madre tienen un plato lleno de ensalada, papas fritas y cerdo. Se me hace agua la boca por probar un bocado de eso.
Genial, ahora tengo que comerme la sopa y sin estar enferma. Relamo mis labios.
—Hoy fui a ver a tu padre, Eider. —Corta el cerdo con el cuchillo—. Los doctores me han dicho que está mucho mejor.
Le doy una sonrisa. Estoy muy agradecida con todo lo que ha hecho por mi padre, si bien se ha esmerado mucho y diría que mucho más de lo que debería. La verdad es que ya no sé ni que pensar, a veces creo que lo hace solo porque hemos hecho un trato, de todas formas, se preocupa demasiado. Una cosa es pagar algo y otra muy diferente es ir a visitarlo, llevarle flores y estar pendiente de él. Eso no constaba dentro del contrato.
—Quise ir a verlo ya que tú no podías hacerlo hoy. No quería que te preocuparas —continua ella.
Melody me lanza una mirada intrigada. Hasta a mí me intriga su comportamiento. Las personas en esta casa están comportándose demasiado amables conmigo. Desearía bajar la guardia, pero con ellas nunca se sabe.
—Gracias, Angelien. Ha sido muy amable. Pero si me lo permite, estos días iré yo.
—Claro. En estos días Melody se quedará en casa, así que puedes pasar el día con tu padre.
Melody baja la mirada y se endereza en su asiento. Sé que no le gustó eso, pero me lo debe por lo de hoy.
—Gracias —le digo, empujándome la última cucharada de sopa a la boca. Ha estado muy buena. Aunque sigo prefiriendo el plato de Melody.
Al rato, Ria y Milo llegan y nos marchamos.
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De Enero a Diciembre
RomanceUna historia narrada en Amsterdam, donde encontrarás a Eider Roth intentando descifrar su vida en medio de líos, caos y desamores. (Basada en algunas experiencias de la autora)