LA SUBNORMAL

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Lunes, 01 de octubre de 2018


Cada día de mi vida lo he percibido como un enorme déjà vu: las mismas rutinas, los mismos pensamientos, los mismos sueños, y las mismas ganas de salir corriendo de estas cuatro paredes. Todo se parece al día anterior.

En mi vida ya nada es novedoso; todo es igual. Incluso la ropa que llevo hoy se parece a la que usaba hace cuatro años, y no precisamente porque sea un uniforme. Aunque cambie el color o el modelo, me sigo sintiendo igual: inconforme.

Cargo una cara de enojo; mi ceño está fruncido y muerdo mi labio inferior. Escucho a Melody decir que no puedo sentarme en aquel sitio porque se supone que su mejor amiga se sienta ahí. Vaya, ¿a quién le importa dónde se sienta? Pero, como es típico en mí, no digo nada. Sigo caminando y tomo el penúltimo asiento.

—Oye, tú —me dice el chico pelirrojo sentado a mi lado—, ¿podrías pasarme esa hoja?

Miro al suelo y veo un papel amarillo con algo escrito. Lo recojo y se lo paso.

—Gracias —me sonríe.

Parece amigable. Le devuelvo la sonrisa y le pregunto:

—¿Cómo te llamas? —No lo había visto antes por aquí.

—Milo —responde mientras apunta algo en la hoja—. ¿Y tú?

—Eider.

—¿Qué significa exactamente?

—Nada importante, solo es el nombre de una tonta ave.

Él ladea la cabeza, se acomoda los anteojos y vuelve su mirada al papel.

¿Qué estará escribiendo?

—Eider no es una simple ave —suelta—. Vive cerca del círculo polar ártico. No cualquier ave puede sobrevivir en esas temperaturas.

—¿En serio? —le digo intrigada—. No lo sabía.

La maestra Ross entra al salón, coloca su maletín sobre el escritorio y se ubica en medio de la clase.

—Hoy tenemos un nuevo estudiante —anuncia—. A pesar de que ya han pasado casi dos meses desde que comenzaron las clases, el colegio Godelieve lo ha acogido por ser uno de los mejores estudiantes de su anterior instituto. —Hace una pausa y mira a Milo fijamente—. Señor Brouwer, pase al frente para presentarse formalmente, por favor.

Milo se pone de pie y camina hasta estar al lado de la maestra.

—Mi nombre es Milo Brouwer —comienza—. Acabo de ser transferido de Róterdam aquí, a Ámsterdam.

—Díganos cuántos años tiene, señor Brouwer.

—17, pero pronto cumpliré 18.

Toda la clase se ríe.

—Muchas gracias, señor Brouwer. Puede tomar asiento.

Milo regresa a su asiento y vuelve a escribir algo en la hoja.

Las horas no pasan. Siento como si hubiera escuchado a la maestra durante una eternidad. Ella habla de átomos y moléculas; anoto en mi libreta un par de cosas importantes, pero no dejo de pensar que la ciencia no hace más que aburrirme. Veo a Milo y, al parecer, a él no le aburre en absoluto. Está tan atento a la clase que parece un viejecillo anotando con ansias las palabras de su crucigrama.

La campana anuncia el final del día, y todos salen de prisa del salón mientras recojo mi mochila.

—Oye, subnormal —grita Melody mientras se acerca a mí junto con su mejor amiga—, ¿por qué no te cortas ese cabello tan asqueroso que tienes?

De Enero a DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora