Con un latigazo, su madre abrió las cortinas, dejando que el sol de la tarde entrase a raudales en la habitación.
Vanessa se protegió los ojos.
—Mamá, por favor.
—No hay nada de malo en un poco de sol. —La señora Adler frunció los labios mientras se retiraba para observar—. Además, mata los gérmenes. Quién sabe si este sitio ha sido limpiado como es debido. —Rebuscó dentro de su bolso y sacó una botella pequeña de Purell*, echándose una gota en la palma—. ¡Marchaos, bacterias!
( *Purell: Gel antiséptico que ayuda a reducir el riesgo de transmisión de gérmenes que pueden causar enfermedades a través de las manos.)
Vanessa no pudo evitar reírse, y después dejó que sus ojos deambulasen.
Era un simple dormitorio académico, escasamente amueblado con dos camas, dos mesas y dos cómodas. Las paredes estaban pintadas de amarillo claro. Un gran espejo colgado en la puerta del armario reflejaba las cajas sin abrir que poblaban el suelo. La otra mitad de la habitación ya estaba decorada con colores llamativos: posters de películas, cojines de retales, zapatos y ropa saliendo del armario, pero la compañera de habitación de Vanessa seguía sin aparecer.
Detrás de la puerta, el pasillo estaba a reventar de bullicio: chicas riendo y cotilleando sobre sus veranos, padres discutiendo mientras cargaban cajas a lo largo del pasillo, hermanas pequeñas dando vueltas como alegres bailarinas de ballet.
Vanessa había sido en su momento esa hermana pequeña, aunque apenas podía recordar la última vez que bailar le hizo sonreír. Sopló un mechón de cabello pelirrojo de su cara y miró a su padre, quien le dedicó un encogimiento de hombros compasivo.
—Falta algo. —Su madre movió un pequeño jarrón de una parte de la mesilla a la otra—. Eso está mejor, —dijo, aunque a Vanessa le parecía igual.
Su padre suspiró, y cuando su mujer no miraba, le puso los ojos en blanco a Vanessa. Ella se rió.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó severamente su madre.
Vanessa se mordió el labio.
—Sólo me acordaba de una cosa.
—El pasado no es nada, —dijo su madre, con un pequeño temblor en la voz—. Céntrate en el futuro. —Dobló el borde del edredón y se pasó la mano por la frente, como queriendo borrar las líneas que el estrés y la preocupación habían dejado ahí durante los últimos años—. Por supuesto, estar aquí no ayuda.
Hubo un golpe en la puerta. Una chica con una coleta alta se quedó en el pasillo con una carpeta en la mano.
—¿Sí? —dijo la madre de Vanessa.
—Hola. Estoy buscando a Vanessa Adler.
Vanessa dio un paso hacia la puerta, pero su madre no se movió.
—Soy su madre, la señora Adler. ¿Y tú eres…?
—Oh, soy Kate, la asesora residente. —La chica intentó curiosear en la habitación—. Quería darle la bienvenida a Vanessa a la Academia de Ballet de Nueva York.
—¿Asesora residente? ¿Sólo hay una?
—Somos dos, en realidad, —dijo Kate alegremente. Sus ojos eran brillantes y azules, su pelo castaño claro con reflejos rubios—. Yo estoy a cargo de las chicas nuevas, y Ben se encarga de los chicos.
La señora Adler frunció el ceño.
—Creo que no te entiendo. ¿Intentas decirme que tú eres la única persona cuidando a las chicas nuevas?
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Dance of shadows
Teen FictionBailar con alguien es un acto de confianza. Elegante e íntimo, estás lo suficiente cerca para besar, lo suficiente cerca como para sentir los latidos del corazón de tu pareja. Pero para Vanessa, la danza es mortal... y debe ser muy cuidadosa en quie...