El fin de semana pasó con un dolor lento. Vanessa fue a desayunar con sus amigos y se movió por Broadway con ellos, hasta que finalmente se decidieron a quedarse en una cafetería a pocas cuadras de la academia. La mente de Vanessa estaba lejos, sin embargo, sintiendo el peso de la mano de Zep en la suya, su mejilla todavía sentía el agua que el viento les había soplado, sus labios seguían esperando su beso.
TJ interrumpió su sueño.
—Quieres un té helado, ¿verdad? ¿Uno de azúcar o dos?
—En realidad. —Dijo Vanessa—. Me apetece chocolate caliente hoy.
Una risita ahogada pasó sobre la mesa.
—Sé dónde estás. —dijo Blaine con un guiño. Empujó las mangas de su sudadera hacia arriba y se inclinó hacia delante—. Perdida en un sueño. Un sueño sexy.
Vanessa sintió su pecho calentándose.
—No. —Protestó—. Estoy aquí, de verdad, es solo…
—De repente le gusta el chocolate caliente, —bromeó Steffie.
—No te culpamos. —Dijo TJ—. Diablos, si yo pudiera ir a una cita con Z…
—¡Shh! —dijo Vanessa. Ella les había hablado acerca de la cita, pero les dijo que no dijeran nada. No quería pensar el qué se diría en la academia si se corriera la voz.
Con ya sabes quién. —Continuo TJ—. Me gustaría saber cuánto tardas realmente en olvidar como suena mi voz.Blaine levantó una ceja.
—¿Tú? ¿Dejar de hablar? Imposible.
Steffie y Vanessa se rieron. TJ puso los ojos en blanco y fue a la barra a pedir las bebidas.
Los cuatro se sentaron alrededor de la mesa del estudio en el sol de la tarde, el olor de la mantequilla de su chocolate caliente llenando a Vanessa de recuerdos: el sabor del merengue de almendras, una mano enterrada en su pelo, un cosquilleo de su aliento en su cuello.
Para mantener fuera de su mente a Zep, Vanessa pasó el resto del fin de semana en la biblioteca NYBA, leyendo sobre Igor Stravinsky por su trabajo acerca del Pájaro de Fuego y disfrutando de la tranquilidad. Fue allí, sentada en un alféizar de la ventana con vistas al Upper West Side de Manhattan, que leyó sobre un extraño fenómeno que había ocurrido en París durante la noche de la primera apertura del ballet de Stravinsky, La Consagración de la primavera.
De acuerdo con los relatos históricos, cuando la orquesta empezó a tocar las primeras notas, el público comenzó a cambiar en sus asientos. Los sonidos eran extraños, desconocidos, los acordes disonantes y antinaturales. Mientras los bailarines contoneaban sus cuerpos con la extraña música, la gente se tapaba los oídos y desviaba la mirada, sin querer mirar. Alguien abucheó. Alguien gritó a los bailarines. La gente estaba de pie y gritando, lanzando los programas al escenario. Un grupo de mujeres de la primera fila cayeron en un extraño ataque de histeria.
—Es algo oscuro, —dijo una voz por encima su hombro.
Vanessa se incorporó de un salto, derribando los libros del alféizar. Tratando de recobrar la compostura, se puso de pie, solo para ver el lio rojizo del pelo de Justin inclinándose sobre sus libros, ahora esparcidos en el suelo.
Vanessa sopló un mechón de pelo de la cara.
—¿Tienes el hábito de acercarte a la gente sigilosamente, o simplemente estás intentando sabotear mi baile dándome un ataque al corazón?
Justin la miró, una sonrisa maliciosa extendiéndose por su cara.
—¿Qué, te he asustado?

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Dance of shadows
Teen FictionBailar con alguien es un acto de confianza. Elegante e íntimo, estás lo suficiente cerca para besar, lo suficiente cerca como para sentir los latidos del corazón de tu pareja. Pero para Vanessa, la danza es mortal... y debe ser muy cuidadosa en quie...