La mano era grande y olía a loción para después de afeitar. Vanessa se retorció, tratando de liberarse, pero su agarre era fuerte.
—¡Vanessa! —gritó Steffie, revolviéndose mientras una mano se cernía sobre su boca.
Esa fue la última cosa que Vanessa vio: los ojos de Steffie, salvajes y furiosos sobre la mano, mientras las dos chicas eran alejadas la una de la otra. Había ecos de gritos arriba y abajo del pasillo mientras la negrura aparecía en los ojos de Vanessa.
Acostumbrándose a la oscuridad, Vanessa se retorció hasta que se quedó sin energía.
—Una luchadora —dijo su secuestrador a alguien detrás de ellas. Su voz era ronca, Vanessa intentó hablar, pero sus palabras fueron sofocadas por la mano sobre su boca. Ella podía tastar el sudor en su palma. Agarrándola fuerte, él se agachó, su aliento caliente contra su oreja—. Deja de luchar y nadie te herirá.
Ella se quedó inmóvil. Los gritos en el exterior se habían detenido, y el dormitorio estaba de nuevo demasiado tranquilo. Vanessa podía sentir los latidos del corazón del chico contra su espalda, el vello de sus brazos haciéndole cosquillas en el cuello.
Él aflojo su agarre.
—No digas ni una palabra.
Vanessa asintió, y para su sorpresa, él le descubrió la boca. Suavemente, él estiró sus dedos y colocó otra delgada mano entre las suyas. Era suave, pero firme, con las uñas largas.
Steffie, articuló Vanessa. A modo de respuesta, Steffie le apretó la mano.
—No te sueltes —dijo el muchacho.
Vanessa volvió a asentir.
—Ahora camina.
Ellas fueron llevadas fuera de la habitación, el balanceo de la puerta se cerró tras ellos. Más manos temblorosas se unieron a las de ellas mientras más avanzaban por el pasillo y bajaban las escaleras, el suelo de madera crujiendo bajo sus pies. Vanessa escuchó alguna risita nerviosa y algún susurro. Ellos buscaron a tientas en la oscuridad por lo que pareció una hora, girando a la izquierda, luego a la derecha, tropezando por las escaleras antes de que el chico finalmente les dijera que se detuvieran.
—Quítate la venda de los ojos.
Vanessa deslizó la tela fuera de su cabeza y la dejó caer sobre el suelo encerado del estudio de ballet en el que habían estado hacía apenas unas horas antes de la orientación.
Velas estaban colocadas por todo el perímetro de la habitación, las llamas parpadeando sin fin en los espejos. A pocos metros de distancia, había un par de zapatillas de ballet, salpicadas de sangre.
Vanessa se encogió al ver las cintas enredadas, ahora empapadas de rojo. Todo en lo que podía pensar era en Margaret. Mirando fijamente las zapatillas con sangre, su mente viajó a los lugares más escondidos de su imaginación. ¿Qué le había sucedido realmente a su hermana?
Se obligó a apartar la mirada, mirando a Steffie en su derecha, Elly a su izquierda, seguida por Blaine y algunos otros estudiantes de primer año. En el otro extremo del estudio, Vanessa vio el pelo salvajede TJ, la venda empujando su pelo hacia arriba como si fuera una diadema. Esperaron en silencio, un baile de sombras sobre el suelo de madera, hasta que la puerta se abrió.
Un tren de gente se adentró, con los rostros ocultos tras mascaras venecianas de nariz ganchuda, expresiones vacantes, horribles. Vanessa trató de identificar a su agresor, pero los espejos parecían multiplicarlos hasta el infinito.
Una última persona se desplazó al interior, y la puerta se cerró. Mientras ella tomaba su lugar en la línea de alumnos de segundo, Vanessa pudo ver un par de tacones bajos blancos: Anna Franko.

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Dance of shadows
Teen FictionBailar con alguien es un acto de confianza. Elegante e íntimo, estás lo suficiente cerca para besar, lo suficiente cerca como para sentir los latidos del corazón de tu pareja. Pero para Vanessa, la danza es mortal... y debe ser muy cuidadosa en quie...