Capítulo 8

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A Vanessa nunca le había gustado ir a la habitación de Steffie y Elly.

Claro, ella se había sentado sobre los cojines con volantes de Elly, leído revistas o pasado el rato, pero cada vez que lo hacía, tenía que alejar el recuerdo de Margaret. Así que cuando Steffie llevó a Vanessa y TJ a su habitación, Vanessa se encontró flotando en el pasillo, no queriendo dar un paso dentro.

La pintura estaba agrietada donde la puerta se encontraba con el muro, y de repente Vanessa estaba abrumada con las ganas de pelar todas las capas de pintura fuera, como si los secretos de su hermana pudieran estar ocultos debajo.

Pero todo eso se desvaneció cuando oyó a TJ, su voz tan suave, casi no la reconoció.

-Tienes que ver esto, -dijo TJ.

Vanessa miró hacia arriba para ver una astilla en la pared desnuda y la cama de Elly desvestida hasta el colchón. Era opaco de color azul, con una gran etiqueta fea sobresaliendo de la parte inferior, tan diferente de la almohada rosada de Elly y el edredón con volantes.

Y por un momento, ya no importaba que la habitación hubiera pertenecido a su hermana, porque ahora Elly se había ido también.

Sacudiéndose de vuelta a la realidad, Vanessa cruzó la puerta.

TJ y Steffie estaban de pie en el centro de la habitación. El lado de Steffie estaba atestado de ropa, joyas y maquillaje, fotografías y posters de bailarines decorando sus paredes. El de Elly estaba vacío. Las huellas de la cinta todavía estaban pegadas a la pared, donde sus posters de ballet habían estado colgados. Motas de polvo se reunían debajo de su cama, donde sus zapatos de raso de color rosa habían sido dispuestos ordenadamente. La única cosa que quedaba era una simple horquilla, enredada con algunos mechones claros del pelo de Elly. Vanessa se agachó y la recogió.

-Al principio, pensé que alguien había entrado en nuestra habitación y había robado nuestras cosas, -dijo Steffie. -Pero luego me di cuenta de que ninguna de mis cosas habían desaparecido.

-¿Crees que ella se fue? -Dijo TJ-. Al igual que, ¿mudarse?

-¿Sin decírnoslo? -Dijo Steffie-. ¿Por qué haría eso? Por lo menos habría esperado hasta que volviéramos. O dejado una nota de despedida si era tan urgente.

-¿Pero que podría haber sido tan urgente? -Preguntó Vanessa.

Steffie se inclinó sobre el escritorio vacío de Elly, mirando las repisas descubiertas, que aún tenían tres calcomanías de corazones brillantes pegadas al lado.

-¿Una muerte en la familia? -Dijo TJ-. ¿Quién sabe?

-Alguien tiene que saberlo, -dijo Vanessa-. Elly no podría haber acabado de mudarse de su dormitorio sin decírselo a nadie.

-Kate, -espetó Steffie. Y sin más palabras se deslizaron hacia el pasillo, la puerta se cerró haciendo clic detrás de ellos.

La habitación del asesor residente estaba al final del pasillo. Un tablón de anuncios colgaba en la puerta, salpicado de mapas de Nueva York, los horarios de clase, y las formas de actividad. Vanessa llamó.

Kate estaba hablando por teléfono cuando ella abrió la puerta.

Detrás de ella, la habitación brillaba con luz cálida, amarilla. Música resonaba desde su ordenador. Una taza de té al lado de ella.

-Hola, chicos, -dijo ella, cubriendo la boquilla de su teléfono-. ¿Qué pasa?

-¿Qué pasó con Elly? -Dijeron TJ y Vanessa, al mismo tiempo.

-¿Qué queréis decir? -Dijo Kate, viéndose confundida.

-¿Quieres decir que tampoco lo sabes? -Dijo Vanessa, un aleteo de náuseas cosquilleando en el estómago. Junto a ella, podía oír la respiración acelerándose de TJ.

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