Introducción: La indeseada llegada

16 5 2
                                    

Esa fría tarde de cielo cubierto mi vida dio un vuelco del cual, tanto yo como mis padres, nos arrepentiríamos. 

- Irás a un internado a las afueras de la ciudad, es de gran prestigio y el único de ese nivel sin demasiados alumnos. Estoy seguro de que ahí estarás bien. 

Las palabras de mi padre resonaron por mi cabeza durante todo el trayecto en su Land Rover negro carbón. La carretera estaba más y más desierta cada vez que se acercaba nuestro destino, los edificios quedaban atrás, al igual que mi casa, mis amigos y mi vida. Qué rápido se transforma el presente en pasado. Con un suspiro apoyé la cabeza contra la ventanilla de mi lado, mis ojos, centrados en la carretera, se movían rápidamente intentando capturar lo estático. Sin embargo, en vez de capturarlo solo logré marearme. Ladeé la cabeza hacia los lados y cerré mis ojos con fuerza.

-¿Cuánto tiempo estaré en ese centro?.- El mareo se iba pasando mientras volvía a fijar la vista en la parte trasera de la espalda de mis padres. 

-Hasta que todo se recupere, no puedo permitir poner en peligro a mi familia. Por eso te traemos aquí Alice, no puedo hacer otra cosa.

Se notaba como se le humedecían los ojos a cada palabra que decía. Mi padrastro se dedica a la abogacía, es muy conocido debido a su trabajo, pero no todo es bueno. El año pasado un grupo de encapuchados intentaron asesinarlo al salir de casa por meter en prisión a un integrante de la mafia a la que pertenecían ellos. El caso quedó cerrado, pero no todos los integrantes acabaron como el jefe; muchos huyeron de la justicia saliendo del país. Lo que mi padre no se esperaba es que volviesen por venganza buscando recuperar lo que algún día tenían.

Todo lo que le rodea es peligro y eso, recae también en mi madre y en mí. Estos últimos días han estado llegando notas con mensajes amenazadores a casa, todas destinadas a mi padrastro. Cada mañana, antes de desayunar, bajaba a la cocina y me encontraba con un montón de papeles arrugados sobre la mesa junto a un hombre deteriorado por un severo cansancio mental. 

- ¿Otra vez papá?.- Dije mientras me sentaba junto a él en la isla de la cocina. 

No dijo nada. Nunca dice nada al respecto, solo los coge con rabia y los arruga. ¿Los tira a la basura? No, los guarda arrugados en el cajón de su oficina. No sé por qué ni para qué, pero tampoco le preguntamos.

Mi madre rodeó la cocina hasta llegar a mi padre para abrazarlo desde la espalda. Tampoco dijo nada. Solo se abrazaron. 

La carretera comenzó a ser cada vez más rural, ya no había asfalto, ahora era tierra con pequeñas piedras que provocaban que el coche se menease más que antes.

- Y...¿Qué haréis tú y mamá?

- Actuar como siempre. La policía ya lo está investigando, sobre todo la carta que hablaba de ti. No quiero que vayan a por ti para hacerme daño. Estarás protegida aquí. No te preocupes por nosotros, estaremos bien seguro. A cualquier problema te llamaremos.

Simplemente asentí contemplando aquel paisaje. Dejaba mucho que desear, los campos estaban secos, los árboles sin hojas...

Mis ojos comenzaron a cerrarse. No había dormido casi nada, me había dedicado a decir adiós a todos mis amigos, hacer maletas...  Caí rendida, pero no estuve mucho dormida, un pitido invadió el coche provocando que me sobresaltase.

- Ya hemos llegado.-Comentó mi madre sacando la mano por la ventana y señalando a un edificio colosal.

Frotándome los ojos bajé del coche. Era un sitio enorme, había un patio delantero con una pista de tenis, una fuente de mármol color miel en la cual un ángel posaba a un lado de ella. Había alguien sentado en el borde, un chico estaba de espaldas a nosotros, lucía el uniforme del centro y tenía el cabello color chocolate, despeinado. Giré la cabeza y olvidé al chico.

- Esto es enorme.-Dije girando sobre mis talones.

Un señor de mediana edad con un traje negro de seda impecable se acercó a nosotros con una sonrisa, era la sonrisa más misteriosa que había visto nunca. 

- Ustedes son los Mendez, ¿cierto?

- Sí, así es.- Contestó mi padre mientras bajaba mis maletas del maletero del coche.

- Y esta...debe de ser Alice, un placer joven, estarás aquí muy cómoda, no estés nerviosa.

Su mano se posó en mi hombro, a través de la ropa noté lo helada que estaba su piel, un escalofrío recorrió mi espalda. Solo asentí hacia su comentario.

- Se la dejamos en sus manos, señor director.-Dijeron mis padres casi al unisono.

- Oh por favor, llámenme Custo. No, no soy de por aquí, así que mi nombre tampoco. -Dijo carraspeando la garganta. -Su hija estará como en casa en este centro y tendrá unos estudios avanzados, saldrá de aquí como una mujer madura e inteligente.

Mis padres sonrieron a su respuesta. Me dieron un beso cada uno y se metieron al coche.

El director, aún con su mano en mi hombro, me llevó hasta la entrada del internado. Estaba decorado de época, muebles caros con mucha elegancia. Alfombras y sofás de terciopelo rojo y lámparas de araña que colgaban del techo. Era un lugar precioso, pero había algo en el ambiente, algo que te decía que salieses corriendo de allí sin preguntar nada, un olor a maldad, a muerte. Moví la cabeza para olvidar los comentarios que soltaba mi cabeza, y seguí los pasos de Custo. Una escalera de dimensiones casi similares a las de un palacio anunciaban el camino hacia las habitaciones. Al subir, una pasillo se dividía en numerosas puertas acompañadas de un número identificativo de cada cuarto y una placa colocada en los bordes superiores de las mismas. Custo atravesó todo el pasillo hasta llegar casi al final. 

- Esta es su habitación, usted podrá descansar, estudiar, y lo que desee aquí.- Introdujo la llave y me la tendió para recogerla.- Le dejo sola para que coloque su equipaje y se acomode a su gusto. A las 6 baje a la entrada, la estaré esperando para enseñarle el resto de habitaciones.

- Está bien.-Asentí cogiendo las llaves. Sus manos seguían heladas aún con la alta temperatura de dentro del edificio.- Gracias.- El hombre cerró la puerta tras de sí y sus pasos se fueron alejando. 

Era una habitación bonita, no muy diferente a los pasillos o la entrada. Paredes color crudo con cortinas rojas del mismo terciopelo. La cama, de tamaño mediano, era preciosa; estaba adornada con una cantidad bárbara de cojines de diseño que hacían juego con la colcha. Había un gran escritorio con unos cuantos libros a los lados. Un tocador con un perfume de Chanel y un peine. Tanto lujo me daba mal rollo.

La vibración de mi pantalón me hizo detenerme en mitad del cuarto. Un mensaje mis padres.

*Hola cariño, soy mamá. ¿Qué tal es el internado por dentro, ya estás instalada? Custo parece muy agradable, ¿verdad?*

*Sí mamá, ya estoy en mi habitación. El sitio es muy bonito, pero demasiado...dinero, tal vez. A las seis he quedado con él para que me enseñe todo esto, tengo ganas*

*Cuánto me alegro, Alice. Me vas contando ¿vale? Pásalo bien*

Un olor comenzó a invadir la habitación. Era ese olor, el que había fuera. Mi piel comenzó a erizarse.


Young BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora