Era un domingo soleado, el calor en la playa de Santa Mónica estaba en su apogeo. Mientras Derek, Paul y Walter jugaban con una pelota de vóleibol, mi madre, Regina yo nos encontrábamos tiradas en la arena. Me venían recuerdos de mi padre, tantas veces me trajo a esta playa, cuantas veces no jugamos a derribarnos en el mar, a enterrarnos en la arena o simplemente nos poníamos bajo la tumbona para tomar el sol y platicar de cualquier cosa.
Sentí mis ojos cristalizarse, pero gracias a las gafas de sol nadie me vería. Derek se dirigió a donde me encontraba y tomo lugar junto a mí, bebió de su cerveza.
- Paul nos ha ganado a mi padre y a mi juntos, es muy bueno eh –ambos sonreímos.
- Si, pude ver su humillante derrota –soltamos una carcajada al unisonó- Pero aun así, toma tu recompensa bombón –le plantee un pequeño beso en los labios.
- Si este era el premio perdiendo, me hubiese gustado saber qué hubiera pasado si ganaba… -me guiño el ojo.
Todos ya cansados decidimos ir a comer algo, fue tan agradable. A mi madre pareció haberles caído muy bien los padres de Derek. Y como no, si eran increíbles. Una plática amena acompañada por una comida riquísima y algunas cervezas, no podía pedir más.
Al caer la noche, cada quien partió. Derek quería llevarme a casa pero insistí en que no era necesario, sería mejor que el fuese a descansar. Paul nos llevo al estacionamiento donde había aparcado el auto, nos ayudo a subir y arrancamos en camino a casa. La piel me picaba, me hacía falta un baño. Antes de que Paul subiera al automóvil recibió una llamada, parecía intranquilo. ¿Quién le habrá llamado? ¿O porque el cambio de gesto tan repentino?
- Sara…- llamo a mi madre para que saliera junto a él.
Hablaron por algunos minutos, no se cual era el problema. Cuando por dieron fin a la charla ella abrió la puerta que estaba de mi lado.
- Cariño, tomaremos un taxi. Lo que pasa es que Paul tiene que ir de urgencia a…
- ¿Con él? –asintió.
