𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖉𝖔𝖘

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Rosalie y Tom se habían conocido en Hogwarts. Él la había visto por primera vez mientras cruzaban el lago en botes como dictaba la tradición con los alumnos de primer año. A pesar de que ya habían pasado varios años, Tom seguía sin comprender cómo podía ser posible que ella le llamara la atención de esa manera desde el principio. No dejó de mirarla mientras pasaba la ceremonia de selección, pero ella estaba demasiado distraída hablando con un chico de cabello rubio como para darse cuenta. El sombrero seleccionador los envió a ambos a Slytherin, pero eso no significó mucho en realidad. Tom nunca supo que Rosalie también había quedado gratamente impresionada desde que lo había visto, y también pasaba mucho tiempo observándolo, aunque sin atreverse a hablarle. Durante todos esos años en Hogwarts, mantuvieron un concurso de miradas secretas y sentimientos que no se atrevían a decir. Rosalie era demasiado tímida, y solo llegó a mantener unas pocas conversaciones informales con Tom, que por su parte, no encontraba la manera de acercarse a ella. Prefería culpar de su falta de determinación en ese sentido, al chico rubio, que se llamaba Arthur Harlaw, y que aunque había quedado en Hufflepuff, pasaba demasiado tiempo con Rosalie. Aunque le costaba hablar con ella, no podía dejar de prestarle atención, no dejaba de sentirse inexplicablemente atraído hacia ella, como si fuera un imán, que por más que intentara alejarse, seguía atrayéndolo sin que pudiera resistirse del todo. Ella vivía fascinada con él, no solo porque le parecía el chico más guapo que había visto, sino porque podía ver que era un gran mago. Ninguno de los dos lo reconocía, pero su historia nunca había empezado porque los dos habían sido demasiado cobardes y habían preferido ocultar la atracción que sentían, que hablar abiertamente de ella.

Cuando ambos estaban en sexto año, los padres de Rosalie habían muerto en extrañas circunstancias. Rosalie se hizo cargo de sus hermanos, a sus diecisiete años, se convirtió en una adulta en todo el sentido de la palabra para intentar tomar el lugar de sus padres y encargarse de todo. Sus nuevas responsabilidades ocuparon su mente, pero no lograron hacer desaparecer lo que sentía por Tom. Arthur Harlaw la había apoyado incondicionalmente, había estado ahí para ella, todo porque estaba demasiado enamorado. Cuando dejaron Hogwarts, Rosalie pensó que lo mejor para su vida sería olvidarse de Tom, pues nunca podría tener nada con él, y estaba segura de que no volvería a verlo. Comenzó el curso de auror en compañía de Arthur, y él finalmente le habló de sus sentimientos. A pesar de que era consciente de no estar enamorada de él, inició una relación, pensando en que con el tiempo, el amor aparecería. Rosalie volvió a saber de Tom cuando el ministerio supo de la gran cantidad de seguidores que tenía, y de su poder legendario, a pesar de que en esos momentos a penas y tenía veinte años. Ella estaba cerca de terminar el curso, pues casi se completaban los tres años, pero el ministerio los contrató de emergencia, para que comenzaran a trabajar al mismo tiempo que completaban el entrenamiento. Arthur estaba demasiado enamorado de Rosalie, y nunca notó que ella no le correspondía de la misma forma. A pesar de no haberlo visto en mucho tiempo, ella sentía como si su corazón saltara dentro de su pecho cuando alguien mencionaba el nombre de Tom Riddle, o incluso aquel nuevo nombre con el que lo llamaban quienes no sabían en realidad quién era. Pocas semanas antes de que Tom tomara aquella trascendental y un poco descabellada desición de ordenarle a sus mortífagos que la llevaran con él, Arthur le había pedido matrimonio a Rosalie, y ella había aceptado, porque desde hacía tiempo que pensaba que Arthur era lo mejor que podía conseguir.

Como siempre estaba tan ocupada, con el trabajo y tratando de estar lo más al pendiente de sus hermanos que le era posible, no le quedaba tanto tiempo para pensar en Tom, pero en esos momentos, viéndolo de nuevo después de todo ese tiempo, no estaba para nada segura de que el olvido fuera posible. No sabía si era solo impresión suya o en verdad estaba mucho más guapo de lo que lo recordaba.

«¿Por qué demonios dice que no me va a dejar irme? —se preguntó Rosalie, mientras lo miraba— ¿para qué quiere tenerme aquí?».

Ella estaba casi segura de que él era a penas consciente de su existencia, y de ninguna manera se imaginaba lo mucho que le atraía. Tom se acomodó el cabello con los dedos como solía hacer, y ella casi sintió que le faltaba el aire.

Rosalie estaba decidida a no dejar notar que le gustaba tanto o más como cuando estaban en el colegio, mientras que Tom, por su parte, estaba decidido a seducirla. Los años que había pasado sin verla solo habían aumentado aquella extraña atracción, y quería tenerla cerca. Se había enterado de que estaba comprometida, y había inventado aquel alocado plan para que sus seguidores la llevaran hasta él. Lamentaba que nunca hubiera pasado nada entre ellos mientras estaban en el colegio, pero al mismo tiempo pensaba que todavía no era tarde.

—No sé qué demonios quieres —le dijo ella, intentando hacerse la difícil porque no quería verse como si estuviera loca por él, aunque fuera así, le parecía demasiado ridículo—, pero ni creas que me voy a quedar aquí contigo hasta que te dé la gana dejarme ir. Por si no lo sabes, tengo una vida, un trabajo y muchas responsabilidades que no puedo dejar por pasar una temporada contigo aquí en medio de la nada.

Tom sonrió, y Rosalie pensó en que esa era la sonrisa más bonita que había visto.

—Tómalo como unas vacaciones —dijo, irradiando seguridad en sí mismo—, descubrirás que soy una extraordinaria compañía.

Como tenía la varita de ella en la mano, la guardó en el bolsillo junto a la suya y se quedó mirando a Rosalie como si le pareciera muy divertido lo que estaba pasando. Ella se cruzó de brazos.

—Eres tan buena compañía que tienes que obligar a la gente a que se quede aquí contigo.

Él volvió a sonreír.

—Hasta ahora, no he obligado a nadie.

—Lo estás haciendo conmigo.

Se acercó un poco más, pero ella retrocedió un paso porque sentía que le faltaba el aire. Nunca lo había tenido a tan poca distancia y pudo ver lo bonitos que eran sus ojos.

—Yo sé que en el fondo no te parece mala idea —le dijo él.

«En el curso de auror deberían haberme enseñado qué hacer en un caso de estos, cuando el enemigo es increíblemente guapo y te gusta tanto —pensó ella, comenzando a sentirse desesperada».

𝓥𝓮𝓷𝓮𝓷𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora