𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖙𝖗𝖊𝖈𝖊

1.1K 103 35
                                    

-Jaque mate -dijo Rosalie, por tercera vez en el día.

Tom la miró muy serio, era un muy mal perdedor, y estaba acostumbrado a ser bueno en cada cosa que intentara, pero en el ajedrez mágico había resultado ser un desastre.

-¿Dónde aprendiste a jugar esto tan bien? -le preguntó, queriendo saber cómo había sido posible que ella fuera mejor que él en algo como un juego de mesa.

Rosalie pareció perdida en los recuerdos por un momento, pero luego pareció regresar al presente y miró a Tom a los ojos antes de responderle.

-Cuando mis hermanos nacieron, mi madre estaba todo el tiempo con ellos -respondió, mientras estiraba la mano por encima de la mesa para ponerla sobre la de él-, así que mi padre se ocupaba de mí. Él era muy bueno en esto, así que él me enseñó.

Tom asintió despacio. Nunca se había interesado por saber nada de nadie, pero le llamaba tanto la atención escuchar a Rosalie cuando le hablaba de su pasado, que comenzó a desconocerse a sí mismo. Desde que estaba con ella, se sorprendía constantemente de la forma en la que actuaba, era como si fuera alguien con todo el mundo, pero con ella, otra persona distinta. Rosalie lo miraba con atención, deseando saber qué pasaba por su mente en esos momentos, y encontrándolo cada vez más atractivo. Sin pensarlo mucho, se levantó y se le acercó para besarlo. Él la tomó de la cintura para acomodarla sobre sus piernas. Siguieron besándose cada vez más apasionadamente, mientras pensaba en si llegaría alguna vez el momento en que no sintieran tanto deseo con solo un par de besos. Tom la estaba acariciando por debajo de la ropa, cuando le pareció sentir un cambio en la textura de la piel. De manera que dejó de besarla para mirar qué era.

-¿Qué te pasó ahí? -preguntó, recorriendo la cicatriz con el dedo índice.

-Pregúntale a tus mortífagos -respondió Rosalie, con una sonrisa.

-¿Fueron ellos?

-Sí, aunque no sé exactamente cuál de ellos, porque en una situación así hay maldiciones volando por todas partes y no sabes de dónde vino.

Él se quedó pensando un momento antes de hacerle una pregunta.

-¿Por qué elegiste esa profesión?

-Después de que mis padres murieron, pensé en que tenía que hacer algo realmente importante con mi vida. Ninguna profesión me parecía tan relevante como esa, además, tal vez algún día encontraría a quien quiera que fuera quien los mató, que tenía que ser algún mago oscuro. El problemas es que las cosas nunca salen como las planeas. Se supone que los aurores estamos para perseguir a los magos oscuros, y bueno... tú eres uno de ellos, pero yo no haría nada contra ti, nada que pudiera perjudicarte, y digamos que me estás causando una crisis con mi profesión.

Tom siempre había sido muy egoísta y era plenamente consciente de ello. Pero en esos momentos comprendió que tal vez, por haberse obsesionado tanto con tenerla a su lado, no había pensado en que ella también tenía una vida. Por primera vez, se sintió mal por arruinarle el futuro a alguien. Pero es que no era cualquier persona, era Rosalie, y ella era diferente a todo el mundo, al menos a los ojos de él, que había pasado tantos años admirándola en silencio.

-Debería pedirte perdón por haberme entrometido en tu vida de esa manera.

-Que te hayas entrometido en mi vida me ha hecho feliz, así que no tengo nada que perdonarte.

Al mirarla a los ojos, supo que lo decía sinceramente, y por primera vez se preguntó cómo sería todo cuando ella inevitablemente tuviera que regresar a su vida de antes. Estaba muy seguro de hallar la manera de continuar con lo que tenían, aunque le atormentaba que ella siguiera comprometida con Arthur a los ojos de todo el mundo. No quería ponerse a pensar en eso, porque le arruinaba por completo el buen ánimo, así que le pareció mejor que siguieran en lo que estaban. La había besado ya muchas veces, pero no se cansaba, al contrario, quería más y más. Siguió acariciando su suave piel, mientras le daba pequeños besos en el cuello.

-Vamos a la habitación -le dijo.

Rosalie sonrió.

-Solo me quieres para eso, ¿verdad? -dijo ella, con fingida indignación, pero él ya sabía que estaba bromeando.

A penas tuvieron tiempo de llegar a la habitación y de cerrar la puerta antes de seguir besándose y comenzar a quitarse la ropa, que quedó desperdigada por el suelo de madera.

«¿Cómo es posible que sea tan perfecto? -se preguntó Rosalie mientras lo acariciaba».

Tom nunca había estado acostumbrado a que nadie lo tocara, normalmente no lo permitía, pero en esos momentos le parecía que sentir las suaves manos de Rosalie recorriendo su cuerpo era una de las cosas más agradables que había experimentado. Ella deslizó su mano por el abdomen de él, para descubrir aquella firme erección. Cerró la mano en torno a ella y comenzó a subir y bajar, primero muy despacio, y luego un poco más rápido. Él se dejó llevar, cerró los ojos mientras ella le daba pequeños y húmedos besos en el cuello.

-Ahora, muéstrame lo que puedes hacer con esa preciosa boquita -le dijo Tom, con la voz un poco ronca por la excitación.

-Como ordene, mi señor -dijo Rosalie, haciendo una buena imitación de la forma en que los mortífagos le hablaban. Él sonrió al escucharla.

Rosalie sonrió, y se puso de rodillas frente a él en segundos, mientras pensaba en cómo iba a caber esa longitud en su boca. Se acercó, y se lo llevó a la boca. Lo hizo muy despacio, porque no tenía mucha idea de lo que debía hacer, pero quería hacerlo. Contuvo la respiración un momento, mientras entraba todo, y luego lo sacó despacio para repetir el procedimiento. Abrió los ojos un momento para mirar a Tom, que había cerrado los ojos y movía muy ligeramente las caderas. Siguió metiéndolo y sacándolo de su boca cada vez más rápidamente, mientras apretaba los labios y movía ligeramente la lengua, hasta que sintió un líquido un tanto espeso y salado. Lo tragó todo sin pensarlo un segundo.

-¿Qué tan mal lo hice? -preguntó. Tom le tendió la mano para ayudarla a levantarse, y le sonrió.

-Otra cosa que deberías hacer más seguido -respondió.

𝓥𝓮𝓷𝓮𝓷𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora