VI

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                »Cesta con frutas - Caravaggio«

Una selección de frutas de verano, de aspecto no muy fresco y muchas de las cuales están comidas por los gusanos, muy alejadas de la perfección.

O bien Caravaggio pintó lo que había en su estudio, o quizás hay algún significado oculto con el que muchos historiadores teorizaron, desde un símbolo de la pasión de Cristo, hasta otro de la impotencia producida por la fermentación de la fruta (llámese licor) a la que el artista era muy aficionado.

Anne abrió la puerta de su casa y se encontró a su madre cocinando, actitud que le había caído de sorpresa.

—¡Anne! Finalmente llegaste, ¿Cómo te fue hoy-...—Su madre iba a continuar hablando, sin embargo al darse cuenta de lo que ocurrió con el pecho de su hija, abrió sus ojos como platos acercándose rápidamente a ella.— ¡Anne! ¿Qué ocurrió? ¿Estás bien? ¿Quién te hizo esto?—

Su madre no paraba de preguntar, Anne sonrió suavemente y contestó.

—Mamá, estaba en la cafetería y choqué con alguien, derramó su café en mi pecho y quedó de esta forma. Estoy bien, Soph me ayudó. Y por último, fue el profesor de Sophie y todo fue sin querer.— Agregó la última oración para poder hacerla sentir mejor.

El rostro de su madre expresaba un sinfín de emociones. Se acercó a su hija y depositó varios besos en sus mejillas.

—No debí dejarte sola, hija. Ven aquí, mamá te preparará alguna de sus pociones curativas y estarás como nueva para mañana.— Anne rió ante su comentario y asintió, para depositar un beso en la frente de su madre.

—Ve vieja bruja, yo iré a cambiarme. Además estaba pensando que podíamos ver una película mientras cenamos, ¿Te parece?— Su madre asintió alejándose de ella para ocuparse de la comida.

—¡Ah! Y por cierto Anne, bruja puedo ser, pero vieja jamás. Apenas tengo 45 años.—

Anne soltó una carcajada mientras subía las escaleras.

Al menos su madre se encontraba de mejor humor, algo bueno había sucedido en el día.

Sophie tenía razón... no debo abandonarla. Pensó.

Anne llegó a su habitación y comenzó a quitarse su blusa, soltó un leve quejido y observó su pecho frente al espejo. Seguía bastante rojo, pero ya no ardía de la misma manera.

Qué alivio.

La chica de 23 años, se colocó su ropa para dormir, un par de pantalones y una blusa de tirantes, ya que había una cosa que odiaba con toda su vida: el pijama.

Bajó las escaleras y se encontró con su madre que ya había terminado su preparación.

—Cox, aquí está la poción mágica hecha por la mejor bruja de todas.— Anne siempre reía con las cosas que su madre le decía, lograba hacerla sentir bien a pesar de todo.

Eso es lo que haré con ella, la salvaré y estaré ahí a pesar de todo. Pensó Anne.

La madre pasó sus dedos por el ungüento mientras se lo colocaba con sumo cuidado a su hija.

—Tiene mucha suerte ese profesor que no haya conocido a la madre de Anne Cox, Molly Thompson —

Su madre tenía razón, probablemente el señor Hiddleston no habría sido capaz de pronunciar una sola palabra debido al temor que su madre causaba.

Era simplemente la mejor de todas.

Poco a poco el dolor comenzó a disminuir considerablemente. Anne no podía creerlo, realmente funcionaba.

Rembrandt © » Tom Hiddleston [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora