14 Poison

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Kido cerró la puerta tras de sí y echó llave al pestillo. Lo que le había dicho Afuro le había dejado curioso.

Sacó su laptop y fue al buscador del internet. Él, a diferencia de todos sus amigos vampiros, no recordaba nada de su infancia más una fecha en específico.

La fecha en la que fue adoptado.

Tecleó esa fecha y su nombre en el buscador, para buscar el nombre del hogar donde fue adoptado, pero no encontró nada. Solamente unas fotos, mostrando al heredero de Kido de vuelta de un viaje que nunca hizo, todo era una fachada para que nadie supiera que en realidad era huérfano.

Había buscado acerca de su pasado muchas veces y cada que le preguntaba a su padre acerca de su verdadera familia, el hombre cambiaba el tema o simplemente se negaba a contestar.

"La respuesta a tus sueños está en ese libro."

La voz de Afuro resonaba en su cabeza.

¿Cómo sabía él acerca de sus sueños? ¿Y por qué ese libro era una pieza clave?

Recordaba unos ojos verdes viéndolo tantas veces y como consolaba el llanto de alguien a través de la oscuridad. Luego llegaba el insoportable calor y era cuando despertaba; sudado y con un dolor por todo su cuerpo, como si veneno recorrieran sus venas.

— Kido— tocaron a su puerta — ¿puedo pasar?

Dejó que el peli-crema se sentara en la silla del escritorio, mientras él observaba a través de su ventanal. Todavía estaba oscuro, a pesar de que en un par de horas el sol iba a despertar.

— ¿Estás bien?

Suspiró cansado, la cabeza la daba vueltas por el sinfín de imágenes que ésta proyectaba.

— ¿Dijiste que Otonashi entró en tu mente para saber acerca de mí?

Recibió la mirada molesta de Goenji.

— Natsumi me lo dijo.

— Lo sé, es la única a la que le conté — se paró junto a él y se cruzó de brazos — Sí, creí verla en mi habitación hace un par de noches. Había soñado contigo.... parecía que alguien buscaba alguna foto o video en un album de fotos, pero en mi mente.

Su rostro mostraba confusión, porque le era muy difícil de explicar. Sin embargo, Kido le entendió.

— ¿Sabes dónde está?

Hizo una mueca.

— Seguro está entrenando hechizos o algo así. — volteó a verle — ¿Irás con ella?

El castaño suspiró, quería hablar con aquella chica pero también quería dormir. Su cabeza no le dejaba pensar en paz.

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— Es un idiota — le dio una patada a la banca del patio. — ¿Cómo se le ocurre hablarle de esa manera?

— No es de nuestra incumbencia. — le dijo la castaña a la otra — Que le hable como quiera. De todas maneras, es su mentor.

Reika chasqueó la lengua, aún molesta ante la actitud de aquellos adultos frente a las pobres hechiceras.

— ¿Y no eras tú quien las estaba defendiendo hace rato?

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