15 Eclipse

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Haruna se quedó quieta en su lugar. No entendía como le había visto si su hechizo nunca fallaba.

— En mi alcoba no funcionan los poderes de los demás, excepto los míos.

Goenji encendió la luz de la lámpara, dejando ver su rostro y torso desnudo recostado en su cama.

— ¿Vas a decirme ya por qué vienes tanto a verme por las noches? — se quedó mirándola seriamente — Ya te vi, deja de actúar como estatua.

— Es por Kido— se sinceró. Si necesitaba un aliado entre esos monstruos, ¿por qué no tener de su lado al hermano del ángel que tenía que proteger? — Necesito saber más acerca de él.

— ¿Y qué te dice que soy yo el de las respuestas? — salió de la cama, acercándose a la chica para tomarla del brazo — Ve y pregúntaselo a él.

La jaló del brazo, llevándola frente a la puerta.

— Sal, y no vuelvas aquí sin mi permiso.

Otonashi no se movió, no quería irse y estar sola de nuevo en su habitación. Sin Yuka, el lugar le parecía enorme y las sombras en la oscuridad le acechaban.

También había otro problema y era el eclipse de la noche siguiente, donde las almas de aquellos que ya no debían de estar, rondaban la tierra. Y debido a la presencia de ellas en el castillo y por su magia, muchas almas rondaban los pasillos de la escuela.

Era algo que nadie podía ver, excepto aquellos que habían estado al borde de la muerte y marcados por ellos.

— ¿Por qué no te marchas? — le preguntó, acercándose al rostro de la joven — Oye, te estoy hablando.

— Es que no quiero estar sola. — se sinceró ante el vampiro por segunda vez— Los fantasmas me acechan.

— ¿De qué demonios hablas? — le miró molesto — Deja de inventarte cosas y déjame en paz.

— Yo puedo ayudarte a ver a Yuka de nuevo. — le dijo con voz quebrada — Solo déjame estar aquí hasta que acabe el eclipse.

— ¿Por qué no te vas a molestar a alguien más? A Touko, por ejemplo.

Haruna le siguió detrás. Le había negado quedarse ahí, pero ya no la forzaba salir de la habitación.

El moreno se sentó en su cama, llamándola a que se sentara en la silla frente a él.

— Es que necesito que me hables de Kido, y también quiero que me ayudes a traer a Yuka de vuelta. Después de todo, es tu hermana.

— ¿Te metiste en problemas al confesármelo? — preguntó de repente — ¿Es por eso que el señor quemó tu libro?

La peli-azul asintió.

— No debí de haberlo confirmado. — estaba pálida y sudaba un poco. De nuevo le costaba respirar ante el chico. — ¿Por qué me pasa esto cuando estoy contigo? Dijiste que era culpa tuya.

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