V. Quadrophonia

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Había llegado el temido sábado por la noche que tanto aborrecían los prisioneros del bar de espectros. Cada lunes para ellos era un reinicio, una cuenta regresiva hasta llegar a la pesadilla semanal; apenas habían curado sus heridas físicas, pero las emocionales distaban mucho de mejorar.

Kanon se había preparado durante horas enteras alejado de la mirada de los custodios que estaban asignados al bar, a quienes mantenían entretenidos con licor los marinas Io y Baian. Solo el tímido Aldebarán y Milo habían atestiguado la atrevida rutina del gemelo en el tubo. -Estás loco, Géminis, esto es una terrible idea- moviendo de un lado a otro su cabeza le dijo el de Escorpio. -Pero al menos es un plan, y es mejor que dejarlos para siempre como putas de los espectros, ¿no crees?- respondió ácidamente el peliazul. No hubo réplica: no tenían opciones, realmente.

La noche trajo consigo a los primeros visitantes del bar, a quienes se les solicitó que entraran sin surplices. Esta inusual petición extrañó a los custodios, pero con su refinado acento vienés, Sorrento improvisó una excusa: por las luces que habían montado en el escenario, no querían que la estrella de la noche pudiera sufrir algún incidente con los reflejos. La verdad es que Dragón Marino quería sin surplices a los jueces para ponerlos a tono.

Un par de horas más tarde, el cuchicheo de los espectros concentrados en el inmueble no dejó lugar a dudas de que los Kyoto estaban arribando. Aunque inicialmente Aiakos de Garuda refunfuñó por la petición de despojarse de sus majestuosas surplices, Minos y Rhadamanthys lo tomaron con cierta filosofía. Fueron conducidos a la mesa ubicada al final del pasillo que conformaba el escenario, es decir, en primera fila.

Los tragos comenzaron a correr uno tras otro, y desde atrás de las cortinas del escenario, Dohko podía apreciar que los tres magnates estaban disfrutando la velada. Reforzaron el alcohol para los invitados de honor, para ponerlos ligeramente ebrios. Las mejillas sonrosadas del juez de Caína fueron el banderazo para el gran plan.

Kanon se aproximó al escenario desde los bastidores, con nerviosismo. -¿Ya es tarde para arrepentirme, amigo?- preguntó a Milo, mientras este le aseguraba el casco y verificaba que ningún cabello azul se asomase y pudiera delatar al gemelo- Oh, sí, muy tarde, Gato Negro. Ve por ellos- y con un empujón, colocó al Géminis en el sitio donde su rutina iniciaba.

Sorrento tomó el micrófono y se dirigió al público, que de pronto se encontró en silencio luego de que las luces se apagaran y solo el escenario estuviera encendido con luces en tonos rojos. -El día de hoy preparamos una sorpresa para los respetables jueces, ¡reciban con aplausos a Gato Negro!- y una bien torneada figura enfundada en cuero negro con un casco de orejas de gato fue iluminada por los reflectores que manejaban Dohko y Aldebarán desde abajo del escenario.

Milo puso play en aquellas bocinas que habían logrado conseguir entre los escombros de un autoservicio. Las notas de Quadrophonia inundaron el lugar y de pronto aquel enigmático stripper comenzó su baile, y en poco tiempo subió al tubo. Con movimientos serpenteantes, demostró su excelente condición física al realizar complejos movimientos con sus largas y musculosas piernas.

Los jueces no podían negar que miraban como hipnotizados a este Gato Negro que había aparecido de la nada y ahora se estaba robando los silbidos y los obscenos piropos del público. Pero la rutina aún no terminaba, no al menos lo que había ideado por toda una semana el ex marina.

En medio de su danza, el stripper bajó del escenario con toda la intención de establecer contacto con su objetivo principal: Wyvern. Pero no podía ser tan obvio, por lo que el primero en recibir sus atenciones fue Minos, en cuyo regazo se sentó el griego mientras mantenía la fricción con su pelvis y condujo la mano del noruego al cierre de su chamarra para descubrirlo. Griffon no era precisamente introvertido, así que con gusto ayudó y hasta abrió con decisión la prenda para mirar el pecho y torso del hombre al que tenía sentado sobre aquella incipiente erección. Complacido, el gemelo se deshizo de la chamarra y la arrojó al escenario, pasando ahora a las piernas de Aiakos.

Sin embargo, Garuda no se veía cómodo con aquel personaje advenedizo, aunque accedió a ayudarlo a deshacerse de los pantalones. Pero el plato fuerte estaba por venir, y Rhadamanthys ya había notado que él seguía en el itinerario del bailarín; con su característica refinación, pensaba rechazarlo, pero una vez que aquel hombre estuvo frente a él y le quitó de la mano su vaso con whiskey, del que bebió un poco con sensualidad, la mente se le nubló al rubio. Probablemente era el alcohol haciendo mella en su organismo, o tal vez era esa extraña obsesión que sentía por Kanon que lo hacía imaginarse que el extraño personaje del casco con orejas de gato podía ser el dueño de sus febriles fantasías. Lo siguiente que supo es que el stripper se sentó encima de él y lo besó; estaba tan ocupado pensando en Géminis, que respondió hambriento a los labios que lo habían atrapado. Aunque para todos los demás fue un simple beso fugaz, para Rhadamanthys fue una revolución en sus sentidos. Ahora necesitaba más.

El baile de aquel sensual moreno culminó en el tubo con movimientos cada vez más sugerentes y alusiones fálicas. Ni siquiera hubo necesidad de deshacerse del bóxer: los espectros llenaron los botes con billetes y papeles con números telefónicos.

El marina se metió rápidamente al cuarto que habían improvisado como vestidor, y no bien se estaba quitando el casco, cuando Mu se metió con prisa y lo puso sobre aviso -Kanon, Rhadamanthys viene para acá, exige verte..

¿Cuál será el siguiente movimiento de Kanon?

La audacia del gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora