VII. Mirando al abismo

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Desde la apertura del recinto de la miseria, los prisioneros allí confinados no habían experimentado la tranquilidad que había traído la aparición de Gato Negro en el escenario y el posterior desinterés que los espectros habían demostrado por aquellos que, hasta hacía apenas una semana antes, eran víctimas de sus vejaciones. Incluso el ambiente entre los antiguos caballeros de Athena y los de Poseidón era diferente: se permitieron bromear y reír.

Kanon, sin embargo, no estaba satisfecho y mucho menos feliz. Después de aquella ajetreada noche de sábado, apenas se había aparecido en el bar. En otras circunstancias era probable que se sintiera bien por lo que había logrado por sus compañeros de armas, pero no era el caso, y Milo se asomaba constantemente a las calles vacías con la esperanza de ver al gemelo.

Cuando finalmente apareció, hasta el martes, el de Escorpio lo recibió con un efusivo abrazo. -Pero hombre, ¿qué no ves cómo todos los demás han recobrado la sonrisa por lo que hiciste? ¡Este fin de semana el saldo fue de una nalgada a Baian únicamente! Y todo solo por besar a Rhadamanthys...- en cuanto ese bendito nombre apareció en la punta de la lengua de Milo, la mirada furtiva del Géminis se desvió al horizonte -...oh, no, ¿pasó algo más entre él y tú?

El gemelo inmediatamente soltó el agarre del Escorpio y se dirigió a la entrada del bar -Nada relevante. Solo le chupé la polla al enemigo y se corrió en mi boca, pero solo eso- respondió incisivo y entró al lugar. Milo se limitó a mirarlo consternado y lo siguió.

No tuvo tiempo de rebatir al ex marina, pues dos espectros irrumpieron en el lugar donde los demás santos platicaban y el gemelo tuvo que esconderse de forma presurosa. -Estamos buscando a Gato Negro, ¿aquí se encuentra?- a lo que recibieron un movimiento de cabeza de Aiolia, negando aquello. -Bueno, dejaremos aquí algo que nuestro señor Rhadamanthys de Wyvern le envía- tras lo cual, otros espectros entraron con dos gigantescas canastas llenas de vinos y charcutería acompañadas de enormes y hermosos adornos de rosas.

En cuanto los mensajeros se marcharon, el gemelo salió de su escondite y, nervioso ante la mirada curiosa de sus compañeros, se acercó a aquellos escandalosos regalos. Un elegante papel con el delicioso y varonil perfume del juez se asomaba y con una preciosa caligrafía en tinta sepia anunciaba -No dejo de pensarte. Te veo el sábado- y el peliazul no supo si aquello le atemorizó porque no lo vio venir de alguien como Wyvern o porque un tono rojizo apareció en sus mejillas tras oler su perfume. Esto no pasó desapercibido para Milo, que se preocupó, aunque guardó sus pensamientos. Ya habría tiempo para platicar con el marina.

-Bueno, ¡vamos a comer, chicos! -con falsa alegría les invitó y todos respondieron al llamado, pues las opciones de alimento eran algo escasas en el cautiverio. -Creo que deberíamos guardar las botellas, Kanon. Podríamos necesitarlas para hacer trueque con los que hacen trabajos de reconstrucción, ¿no crees?- espetó Shaka, a lo que los demás estuvieron de acuerdo y le encargaron a Aldebarán esconderlas.

Mientras tanto, en Caína, los mensajeros regresaban a donde su señor. -No hemos visto a Kanon de Géminis en ese sitio ni en zonas aledañas. Tampoco notamos a nadie con las características físicas del Gato Negro entre los otros prisioneros del bar. ¿Quiere que ahora vayamos a ver a los condenados a trabajos forzados para hacer la misma búsqueda?- le cuestionaron al inglés, quien no había dejado de mirar su vaso de whisky. -No. Gato Negro va a bailar el sábado. Yo me encargo.-

¿Qué planes tendrá Rhadamanthys para el siguiente sábado en el bar? ¿Será que el Gato Negro no es el predador sino la presa?

La audacia del gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora