X. Gato domesticado

193 23 1
                                    

Aquella noche de sábado las cosas cambiaron para siempre. Y es que al esperado número de Gato Negro en el tubo, que seguía disparando las fantasías de los espectros allí reunidos, le siguió algo inesperado. Bajo la oscuridad proporcionada por las luces rosáceas y púrpuras del bar tras el baile del gemelo menor, el juez de Caína se devoraba a besos al stripper, delimitando su dominio. A todos los demás les había quedado claro que a Wyvern le gustaba que todos vieran y desearan desde lejos lo que empezaba a considerar su propiedad.

-Me estás poniendo muy caliente, Gato. Vamos a mi casa, te doy mi palabra de que tienes mi protección en el inframundo, nadie puede molestarte. ¿Qué dices? ¿Quieres seguir el número en mi recámara? – y aunque dudó un poco, el marina le plantó un beso que puso a ambos a tono, entendiendo el espectro que era una afirmación aquello.

Milo vio con preocupación que Rhadamanthys hizo una discreta seña a Minos y a Aiakos, que lo veían de reojo desde otra mesa. No le quedó de otra más que pedirle a Dohko y a Mu que le ayudaran a entretener a los otros dos jueces hasta ver las intenciones del Wyvern. Gato Negro salió del bar junto al inglés, quien lo invitó a su carruaje, mismo al que subió el peliazul.

El camino ocurrió entre más besos y manoseos intensos; llegados a este punto, el uniceja había metido la mano izquierda del Géminis bajo su ropa interior, dejándolo sentir su dureza mientras le hablaba sucio -¿te gusta? Es toda tuya, cariño...- a lo que el griego se limitaba a acariciar ese falo y a besar los labios del espectro, como si quisiera arrancar todo su aliento.

En cuanto llegaron, Wyvern le avisó a la servidumbre que se podía marchar, no sin antes aclarar que ese hombre podía entrar y salir sin ser molestado de la residencia victoriana de Caína. Los empleados, solícitos, abandonaron el inmueble para dejar a su señor disfrutar de su noche.

Apenas se abrieron las puertas de la gigantesca habitación del juez, Kanon pudo observar la antigua pero elegante decoración del sitio. Aunque, sin duda, lo que más llamó su atención fue la no menos enorme cama con dosel cuando un escalofrío lo recorrió, y al voltear, su instinto no le falló: el rubio se había quitado la camisa y los zapatos, y ya estaba desabrochándose el pantalón. -Desnúdate- le ordenó con voz autoritaria, que en cierto momento causó un poco de temor al gemelo, pero obedeció. -El casco se queda. Aún no pienso revelarte mi identidad- aclaró el griego, a lo que Wyvern respondió con una sonrisa -Nadie te pidió que te lo quitaras. De hecho, necesito que lo tengas puesto para lo que pienso hacerte-

Rhadamanthys no se desprendió del pantalón, sino que se lo dejó puesto, aunque con el botón desabrochado. Tomó al gemelo, besándolo con sed descontrolada, y empezó a recorrer el cuello y los hombros de su presa. El griego comenzó a jadear y a sudar, y se limitó a encajar sus uñas en la espalda del rubio, quien lo empujó a la cama y se postró encima de él, sin parar de besarle. El Géminis se retorcía deliciosamente bajo el peso del juez, quien repentinamente bajó de la cama y se dirigió a un mueble, de donde sacó la caja que había recibido en días previos.

-Abre bien las piernas, te tengo un regalo- le indicó mientras de su mesa de noche sacó un tubo de lubricante. El peliazul, un poco escéptico, separó con desgano sus largas y fuertes piernas, pero el inglés completó la tarea, mirando deleitado a aquel desconocido totalmente abierto para él. -Mira lo que te compré. Voy a meterlo allí- y el gemelo miró desconcertado aquel plug con una cola de gato negro de peluche. -Yo, Rhadamanthys, aguarda...-

Pero aquel juguete ya estaba entrando con delicadeza en su esfínter, tarea que Wyvern estaba realizando con total lascivia en los ojos mientras el stripper gemía y se tomaba de las sábanas. Cuando el objeto estuvo introducido por completo en el apretado orificio del marina, el inglés volvió a besarlo -Quiero oírte ronronear, gatita. Ponte en cuatro porque quiero verte- le habló por lo bajo, mientras le enseñaba su celular, en cuya pantalla estaba abierta una aplicación para regular la vibración del plug que había introducido en la cavidad anal de Kanon.

Y así, en cuatro patas, el gemelo tenía un casco con orejas de gato y ahora una cola felina que lo torturaba deliciosamente. El espectro se sentó en el sillón aledaño para mirar desde atrás y activó la vibración del plug, causando los primeros gemidos del griego, subiendo paulatinamente la intensidad y con ello los gritos también. Gato Negro miró hacia atrás, y solo pudo ver a Wyvern tocándose por encima del pantalón mientras jugaba con el control. -¡Me voy a correr, métemela antes de que me venga!- exigió, pero el inglés se limitó a ponerse en pie para seguir manipulando el plug -No. Quiero ver cómo te corres con este juguetito- aclaró y tomó el falo erecto y duro hasta el dolor del marina para estimularlo: aquel fue el orgasmo más potente que tuvo en su vida el poderoso Géminis.

Cuando la simiente del gemelo cayó en las manos del juez, este lamió sus dedos y luego procedió a sacar el juguete del interior de su amante. -¿Quieres venir a jugar otra vez el fin de semana próximo?- le preguntó con jocosidad, a lo que el peliazul respondió jalándolo hacia él en un abrazo para devorarlo a besos. -O puedes venir cuando quieras pasarla bien, siempre que sea en la noche. Los espectros saben que tienes permitido el paso hasta aquí- acotó, recibiendo una sonrisa en medio del beso. -Quién sabe, este gato quiere ronronear para ti más a menudo, papi- con jadeos y voz entre cortada le respondió al juez en el oído.

Cuando amaneció, Wyvern sintió el otro lado de su cama vacío, como lo supuso. -Cabellos largos teñidos de negro. No me dice nada, tsch- se dijo, reprochándose a sí mismo. -Cómo me gustaría que fuera un cabello azul...  

La audacia del gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora