Pablo

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Sentía que caía en un oscuro y solitario pozo sin fin, no podía hacer nada para detenerlo, sentía pánico, estaba completamente solo y atemorizado.

Solo mi sollozos se escuchaban a lo largo de mi caída, sentía que iba a morir, que este era mi fin.

Pero en medio de la caída un grito agudo, ajeno a mi resonó a mi alrededor. Esto solo me incitó a salir de allí, como sea.
Abrí los ojos de repente, asustado por la situación.

Tenían razón, era un sueño.

Todo lo que había pasado era producto de mi imaginación.  Rápidamente me senté en la cama, prendí el velador que se encontraba en mi mesita de luz y me coloqué mis gafas.

Mire a mi lado, una chica que lloraba desconsoladamente, aún dormida. Temblaba y gritaba entre sueños.

—¿Hola?— pregunté confundido —¿paso algo?—

En ese instante supe que era mi novia, quien dormía junto a mi, ella se sentó de golpe en su lado de la cama, secando algunas lagrimas e intentando calmar su respiración. 

—Perdón, no te quería despertar, tuve un sueño horrible, Pablo... no podía distinguir lo que era real y lo que no— me abrazó —¿esto no es un sueño, no? decime que no estamos soñando—

La mire extrañado, a mi me había pasado algo muy similar. Decidí no pensar mucho en eso, solo fue un sueño y ya. No es gran cosa.

—No, esta es la realidad— sonreí intentando calmarla, realmente la veía alterada.

—Estoy algo confundida, ese sueño fue muy real— suspiró —Tengo miedo—

—A ver, yo te voy a ayudar, decime tu nombre— acaricie su mejilla con dulzura, no pude evitar pensar que estaba junto a la mujer más linda que mis ojos habían visto. 

—Marizza Spirito— aseguró nerviosa

—¿Y yo? ¿Quién soy?— eleve una ceja

—Pablo Aguirre, el hombre más lindo del mundo— sonrió, no pude evitar sonreír también. Hasta asustada era dulce.

—Bien, creo que todo funciona con normalidad en esa cabecita— dije con ternura— decime ¿Cuántos hermanos tenes?—

—En este momento ninguno— suspiró con tristeza, diablos, no había recordado hasta este momento que Marizza perdió a sus hermanos, hace unos pocos años. 

—¿Y yo? ¿Cuántos hermanos tengo?— 

Ella se quedo en silencio, concentrada, pensando en la respuesta. Yo no podía evitar ver cada parte de su rostro, con mucha atención, quería memorizar cada parte de ella, para jamás volver a olvidarla, como en ese estúpido sueño. Un suspiro involuntario salía de mis labios, sabía que estaba enamorado de ella, pero no sabía que era tanto. No podía creer que yo tenía la suerte de tenerla como novia. Soy un hombre afortunado.

—Uno, el idiota de Manuel... y una hermanastra, la pesada de Mia— puso los ojos en blanco, yo no pude evitar reír por su gesto

—No seas mala— sonreí —Última pregunta, ¿vos y yo que somos?— pregunté con dulzura

—Novios, hace más de tres años— sonrió —sos mi cable a tierra, Pablo— me abrazó aun más fuerte —te juro que no se que haría sin vos—

—Intenta volver a dormir, cualquier cosa yo estoy a tu lado ¿si?— ella asintió — Te amo, Marizza— bese su frente

Las palabras salieron de mi boca involuntariamente, pero claro que las sentía, solo podía pensar en lo enamorado que estaba de esta chica. Quería pasar cada instante a su lado, no quería despegarme de ella, por miedo a que nos separen de la misma manera que en mi sueño.

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