Pablo

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Marizza disparo, Javier cayó al suelo junto a mí. Y desde allí, las cosas se salieron de control.

Me calme por un segundo, pero no debí hacerlo.

El rostro de Marizza había tomado un tono pálido, reflejaba culpa y miedo luego de lo que hizo. Pensaba que lo había matado, estoy casi seguro. Yo también lo creía. El morocho en el suelo no se movía.
Mientrss lo analizaba otras dos armas apuntaron a mi novia, eran los amigos del salvaje, pero ella tiro la pistola al suelo, en shock.

Las cosas pasaron más rápido de lo que imagine. De un segundo para el otro el lugar se lleno de oficiales de policía. El jefe de los guardias, Guido Lassen, amigo y compañero de Manuel, se acercó hasta Javier e intentó tomar sus pulsaciones.

Odiaba al tal Javier, si él no me hubiera apuntado, si Marizza y yo no hubiéramos salido del Ne, nada de esto estaría pasando.

—Sigue vivo, el arma estaba programada para desmayar— decretó —Llévenselo, y atrapen a los otros dos—

Intente levantarme del suelo, estaba mareado y mi vista se volvía nublosa, vi como se llevaban a uno de los salvajes mientras otros guardias intentaron acercarse a los chicos que quedaban. Una ronda de guardias apuntándolos se había formado a nuestro alrededor.

Algo en sus caras me parecían familiares, pero era imposible. Yo jamas tendría contacto con este tipo de gente. Jamás lo haria.

—Pablo ¿Estás bien?— me preguntó mi novia a pocos metros de mí 

—Gracias a vos si, me salvaste la vida— sonreí —Solo estoy algo dolorido—

Nuevamente sentí que me tomaban del cuello, esta vez era la salvaje rubia.

—A nosotros no nos van a llevar— dijo nerviosa —Vos venís con nosotros, muñequito de plástico—

—Muñequito de plástico...— repetí en un susurró. Yo esto lo había escuchado antes.

El rubio tomó una de las armas en el suelo, la puso sobre mi cabeza y entre los dos intentaron llevarme. Sin importar que todas las pistolas del lugar apuntaba a ellos dos.
Era una misión suicida, eran posiblemente los salvajes más inútiles del mundo.

—Quédense con Javier, nosotros nos vamos a llevar a Pablito para que nos explique un par de cosas— dijo el chico

—Marcos...— susurré, no se como ni de donde, pero yo lo conocía —Marcos, espera—

Quería escapar de ellos, necesitaba besar a mi novia, su rostro reflejaba preocupación, temor. Quería abrazar a mis hermanos, a quienes a pesar de tantas peleas son muy importantes para mí. Esperaba que me salven, volver a casa con mi familia, seguir con mi vida, lejos de todo lo que tenga que ver con la gente del otro lado del muro. Pero sabía que era imposible.

No había manera de evitarlo, me utilizaron como un escudo humano y no importaba cuantos guardias de seguridad habían para defenderme, no eran suficientes, la pareja de salvajes nos amenazó diciendo que más de ellos estaban listos para atacar en caso de que no los dejen ir. Una horda de depredadores atacarían nuestra urbe. 

Estábamos entre la espada y la pared, y todos lo sabían, era intentar defenderme y que la ciudad se llene de salvajes, o que me lleven con ellos, entregarme a cambio de que todos esten a salvo.

Habían gritos y amenazas, yo no podía escuchar bien, todo estaba lejos.   

—¡Hagan algo!— pude oír gritar a Marizza, quien estaba siendo retenida por Sonia, su madre. No comprendí en que momento llegó, pero el lugar comenzaba a llenarse de gente.

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