Capitulo 1

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En el reino había una sola ley: jamás, por ningún motivo, un humano podía relacionarse con lo que ellos consideraban "bestias". Siendo criaturas fantásticas y de las que sabían muy poco, sería peligroso, y también una blasfemia y ofensa.

Gracias a esto las tierras se habían dividido, y constantemente estaban en lucha. Por un lado se exhibía un bosque profundo, el páramo que habitaban las "alimañas", al que más que prohibido estaba cruzar. Y por el otro, había todo un reino, protegido por una muralla, que delimitaba sus fronteras.

Aquella ley había sido llevada por generaciones, creándose a partir de esta numerosos rumores que causarán miedo en los pobladores. Mientras garantizarán la protección de su pueblo y mantener a raya la curiosidad de los mismos, ¿Qué mejor?

O así era hasta hace poco.

Nunca maldijo su encuentro, ni siquiera ahora mientras corría a todo lo que sus piernas temblorosas le daban y una muchedumbre enojada le seguía muy de cerca.

Ella rompió aquella cadena que se había llevado durante años, y apostaba también siglos. Entendió que quizá las criaturas del bosque no eran tan malas después de perderse en el mismo a causa de su curiosidad y ser auxiliada por los residentes.

Él era un hombre amable y sumamente bello para ser en serio una máquina de matanza, según los mitos. Prácticamente quedó flechada al instante en que sus ojos se encontraron y no fue la única.

De aquel poderoso sentimiento, su fruto fue el niño que ahora tenía en brazos y se esmeraba por intentar mantener a salvó.

Después de todo él no tenía culpa de nada, pero pese a su poderosa voluntad de madre, ella estaba consciente de que no duraría mucho. La fatiga cegaba su vista y la sangre se escurría por su pierna como su vida.

Iba a morir.

—¡No dejen que escape!—gritó uno, y ella como última esperanza de introdujo en el bosque. Sabía que ellos no la seguirían hasta allí por el miedo que aún guardaban y que era más poderoso que su ira.

Suspiró profundamente, aún manteniendo al bebé sobre sus brazos. Aunque casi en ese momento tropezó con una raíz cayendo al suelo de espaldas para proteger a su hijo.

Estaba muy cansada… y su visión cada vez era más débil al igual que el latir de su corazón.

El silencio a su alrededor era tan acogedor como tétrico. Le dolía sobre todo el saber que dejaría a su hijo ahí, huérfano de madre, a su suerte en un mundo desconocido y egoísta.

Entonces, de entre los arbustos se asomó una silueta. Debe admitir que por poco y se le adelanta el reloj a causa del susto que se llevó.

Era una persona y esta estaba encapuchada, no parecía ser de los que le estaban siguiendo pero tampoco estaba muy segura.

—¿Se encuentra bien?—inquirió este, con un tono suave y preocupado, llenando de alivio a la mujer.

—No…—respondió ella. Alarmado el chico se acercó quitándose la capucha que escondía su rostro—. Escucha, por favor, cuida de mi hijo…—indicó, débil, entregando el bulto de cobijas—. Yo… ya no puedo, pero él tiene que vivir, por favor, te lo ruego…

—¿Qué? —él parecía incrédulo ante la petición pero, al fijarse bien en ella supo que decía la verdad. Estaba con una expresión demacrada y su cuerpo contenía varias heridas encima de las que no iba a preguntar.

—Por favor, llévalo con su padre… él es una criatura, su nombre es Kento… búscalo, y dáselo. Yo lo haría si pudiera pero no me queda mucho tiempo…—musitó, al tiempo en que le pasaba a su hijo y el joven lo tomaba en brazos aunque con algo de dificultad—. Muchas gracias… ahora, ¡Corre! ¡Corre!—gritó, en cuanto escuchó las voces de su pueblo buscándola, exclamando varias maldiciones hacía ella.

𝐃𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐨𝐜𝐮𝐫𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐚𝐠𝐢𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora