Capítulo 12

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Unos minutos después ya habían vuelto con los demás. Los niños se acercaron corriendo a Shu en cuanto lo vieron.

—¡Está bien!—espetó Delta feliz, observando al albino para luego pasar su mirada a Free. Los guardias le habían dejado dormir encima de la manta dónde antes estaban los niños—. ¿Y él…?

—También, sólo déjenlo dormir…—respondió acariciando la cabeza de ambos pequeños.

Los pequeños asintieron viendo al mayor que descansaba plácidamente, afortunadamente todo había salido bien y habían matado a la mayoría de las criaturas malignas que había ahí, por lo menos por un tiempo estaría todo tranquilo.

El bebé por su parte al ver a Shu, comenzó a llorar, pero no un llanto como los de antes si no en señal de que estaba preocupado.

—Ay, Valt… ya no llores—musitó Shu, tomando al bebé en brazos, aferrando al pequeño a su pecho, mientras dejaba un besito en su cabeza—. Todo está bien…—murmuró, dando algunas palmaditas en su espalda en señal de seguridad, mientras el niño soltaba pequeños sollozos.

—Lamentamos nuestro comportamiento antes, humano—se disculpó uno de los guardias, aún incrédulo por verlo regresar en una pieza.

—Todo está bien, incluso yo tuve miedo—meció a Valt entre sus brazos, sin dejar de dar besos en su cabeza, estaba asustado y hasta ahora lo seguía.

Aún a pesar de ello, no podía evitar recordar aquel beso que le había dado Free, como si ello se hubiera quedado grabado en su alma, como un sello hecho con fuego que se plasmaba en su corazón.

Pasaron un par de horas, hablando para matar el tiempo que quedaba hasta el anochecer. Viendo a Free que aún no tenía intenciones de despertar, decidieron acampar ahí ese día, aún quedaba tiempo, y Valt no iría a ningún lado.

Les dió de comer la poca fruta que aún le quedaba además de un trago de agua, y después los mandó a dormir mientras él se quedaba a hacer guardia junto al escuadrón.

Que incluso los guardias lo dejaron, ya le tenían cierto respeto, nadie en su más desquiciado juicio se atrevería hacer lo que él, incluído los consejeros del rubio, Silas por eso le tenía miedo de vez en cuando y por ello nadie se metía con él, pero Shu era un excepción como si tuviera una magia que solo él podía usar.

Tal vez la magia del amor.

La mañana finalmente llegó, cegando a todos con su esplendor.

Shu había hecho guardia durante toda la noche, mientras que los soldados se turnaban para acompañarlo.

Los niños se despertaron tan enérgicos como siempre. Delta y Drum se quedaron jugando todavía mientras esperaban a qué Free también volviera en sí, y que Shu terminara de alimentar al bebé.

Pasaron unas cuantas horas, dejando que el sol hiciera de las suyas, templando el ambiente. Free se comenzó a despertar, estaba algo aturdido.

—Me duele la cabeza—musitó con mucha pesadez, como si hubiera tomado, era extraño.

—Buenos días—musitó Shu, dejando un trapo mojado encima de su frente, quizá eso le ayudaría con el dolor.

Free abrió un poco sus ojos, el menor estaba enfrente suyo, acarició su mejilla, logrando ver que tenía unos cuantos rasguños que palpo con sus dedos.

—¿Qué te pasó?—preguntó un tanto perdido, casi no recordaba nada, después de que el monstruo atacara.

—Un pesado me atacó de verdad, pero estoy bien, no tienes qué preocuparte—sonrió levemente, tomando su mano con cierto cariño.

𝐃𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐨𝐜𝐮𝐫𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐚𝐠𝐢𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora