capitulo 8

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- No me lo puedo creer.- dijo la chica después de haber escuchado toda la historia.

- Ya, dímelo a mi... si no me hubiese pasado tampoco me lo creería.- resopló Frank.

- Y esta mañana, ¿cómo si nada?- preguntó.

- No, ¡más que eso! Mientras hacíamos la compra era como si yo le diera asco o algo así... ni siquiera me ha dirigido la palabra.

- Y, ¿tú no le has dicho nada?

- Vamos, Jamia, ¿qué le iba a decir? "Hey, Gerard, ¿recuerdas que anoche te metiste en mi cama y luego me diste un susto de muerte?". Claro, sonaría muy bien...- la chica rió ante la ocurrencia de su novio.

- No digo eso, Frank, solo que... no se, no me hace mucha gracia que... ya sabes.- bajó la voz, como sin querer decirlo.

- ¿Que sea su amigo?- preguntó, sabiendo que la respuesta sería afirmativa.- A lo mejor tienes razón... al fin y al cabo... ya no es el Gerard que yo conocía.

- Y hablando del rey de roma...

Justo en la zona de enfrente, fuera del parque donde estaban pasando la tarde la pareja, había aparecido el grupo de desechos que frecuentaba Gerard. A Frank se le revolvió el estomago cuando divisó a Bert McCraken. No había cambiado gran cosa, tenía el pelo más largo, por los hombros, con la misma pinta de desaliñado que siempre.

- ¿Ese es?- preguntó la chica refiriéndose a Bert.- Es como el típico malote, ¿no?- rió, tapándose la boca.

- ¿"Malote"?- la miró sorprendido.- Vamos, es un idiota... simplemente se las da de chulo...- volvió a mirar a los chicos que ahora entraban en el parque.

- No se por qué te cae tan mal... Gerard es igual, ¿no?- dijo Jamia.- Me refiero, si son amigos ahora, supongo que no serán tan diferentes. Se meten lo mismo, van a los mismos antros, en definitiva, son iguales.

Tras su monólogo la muchacha esperó a que su novio le contestara, pero Frank no lo hizo. Se había quedado pensando en lo que le había dicho. No quería creer que Jamia tuviese razón, le desagradaba de sobremanera el que su mejor amigo se hubiese podido convertir en la clase de tipo que odiaba. Se levantó del banco en el que estaban sentados, tendiéndole la mano a ella como invitación a abandonar el lugar. Justo cuando cruzaban la gran cancela miró hacia atrás.

- Supongo que la diferencia es que Gerard nunca ha sido una mala persona... es simplemente idiota.

Gerard también se había dado cuenta de la presencia de Frank en el parque, pero había preferido ignorarlo. Desde que le contó a Bert que Frank había vuelto, este había estado actuando de forma más extraña de lo común. Tenía la sensación de que desde la pelea que tuvieron hace años, Bert le guardaba un inmenso rencor a Frank y parecía que en cualquier momento saltaría sobre él para vengarse. Por suerte aún no lo había visto, por eso mismo ignoró la presencia de Frank, para que nadie más la notara.

- Entonces, ¿te vas a venir, Gerard?- le preguntó McCraken mientras le echaba el brazo por encima, rodeándolo por los hombros. El cuestionado asintió con la cabeza.- Claro que si, claro... eres un buen chico.- rió.

- Pero... ¿qué hay que hacer exactamente?- preguntó Gerard sin mucha idea.

- Nada, hombre... solo que un colega quiere que le hagamos un favorcito. Pero, ¿qué mas te da? Conseguirás la pasta.- le pegó una palmada en la espalda.

...

La noche no pintaba muy bien. Llovía, hacia demasiado frío para una noche de verano, hacia demasiado tiempo que Gerard no caminaba por ese tipo de callejón. Allí se encontraron con el amigo de Bert, frente a un portalón de metal descascarillado con una especie de mirilla cuadrada. Solo se acercó Bert; Gerard y el otro chico que había ido con ellos se quedaron unos metros mas alejados. Hablaron un par de palabras parcas, el chico de la puerta saco un fajo de lo que parecía dinero envuelto en papel marrón, Bert se lo guardó en el bolsillo y se dio la vuelta sin decir mas, pasando de largo a los chicos que lo siguieron sin preguntar. Parecían un trío de matones a sueldo, o al menos eso le pareció a Gerard al ver su reflejo en un escaparate, cosa que hizo que le diera la risa aunque la situación no hiciese ninguna gracia. Se alegraba mentalmente de llevar la chupa de cuero, que algo lo estaba protegiendo de la lluvia que le estaba cayendo encima, aunque no mucho. El pelo se le pegaba a la cara y las manos se le empezaban a helar.

Uno (frerard)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora