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Mia peinaba mi pelo castaño con los dedos de sus manos. Ella estaba colocada detrás mía, apoyada con sus rodillas en la cama.

—¿Me vas a dejar que yo te peine el cabello?— la pregunté ese día.

Ella se asomó por un lado de mi hombro derecho y me sonrió.

—¿Me vas lo vas a enredar?— me encogí de hombros, no estaba seguro y así se lo hice saber—. Mejor otro día que hoy me he bañado y mi pelo está bonito.

La sonreí, ella volvió a su tarea de seguir cepillando mi pelo. Aunque estaba bien desde el principio, pero me deje porque ella quería.

Sí los finales tristes desaparecieran ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora