Amor antibalas. (Capítulo 34)

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Detestaba cuando la mantequilla no se adhería al pan como debía. Odiaba esto. Odiaba todo.

Qué fastidio.

—Cariño, ¿podrías pasarme un cuchillo? —dijo mamá apuntando a uno de los cajones de la cocina.

Dejé mi pan sobre la barra y me dirigí a tomar el cuchillo.

Ya habían pasado dos días desde que recibí el correo de "rechazo". Eun Ji y mamá habían estado tratando de alegrarme durante ese tiempo, y se los agradecía demasiado.

Cuando estaba con ellas lograba olvidarme de las cosas malas que ocurrían en mi vida.

—Gracias —me sonrió gentil cuando se lo entregué.

—De nada —dije desganada, regresando a mi guerra entre el pan y la mantequilla.

—Cariño, sé que estás triste, también yo lo estoy —me dijo, cortando rodajas de zanahoria—. Sé lo mucho que querías ingresar a esa universidad.

—Ya no importa —dije despreocupada, aún embarrando la mantequilla.

—Claro que te importa, te conozco. Sólo mira tu rostro, estás triste.

—Mamá, me acabo de levantar...

—¿Entonces estás bien? —dijo arqueando una ceja.

—Estoy bien, de verdad —le sonreí para intentar despreocuparla. 

La verdad era que seguía deprimida.

—¿Y Jimin cómo está?

—Bien, supongo.

—¿Cómo tomó la noticia?

—Lo tomó bien...

—¿Si?

—Ajám.

—¿Y... ayer a qué hora se fue?

—¿Qué? —levanté la mirada hacia ella. Mis padres no sabían que venía a verme durante la noche, entrando a escondidas por mi ventana.

O al menos eso creía yo.

—Cariño, ¿acaso crees que soy tonta? —arqueó la ceja.

—No sé de qué hablas...

—Yo también fui joven, hija. No hay por qué seguir ocultándolo.

—¿Papá lo sabe?...

—¿Estás loca? Si él lo supiera el pobre muchacho estaría estéril —se rió contagiándome la risa. Me gustaba reír—. Además tu padre, como todos los hombres, es un despistado.

—Eso es cierto —volví a reír.

—Jimin es un buen muchacho. Me agrada, y sé que te agrada también.

—Así es.

Más de lo que te imaginas. 

—Ya verás que superarán ésta situación.

—Gracias —sonreí. Realmente amaba el apoyo de mamá.

Tomamos el almuerzo, y papá salió al trabajo como siempre.

Estaba ayudando a mamá levantando la mesa, mientras que ella lavaba los platos.

—Oh lo olvidaba. Cariño, ¿podrías ir a revisar si llegó el correo?

—Claro.

Salí de la casa aún en pijama hacia el buzón. Lo abrí y había unas cuantas cartas dentro.

Una flor sin pétalosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora