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Tres días, han pasado tres días desde que salí del hospital, no recuerdo mucho, he estado todo el tiempo encerrada en mi habitación, mamá no me habla, la entiendo, yo tampoco lo haría...
TRES DIAS ANTES
Estoy en la camilla de mi habitación en el hospital, estoy gritando y frías lágrimas queman mi piel enrojecida, hice un brusco movimiento y un hilo de dolor tensó mi brazo, aquel sentimiento me devolvió un poco de cordura, todos me miraban, estaban paralizados, volví a golpear la cama con el brazo que se suponía, no debía mover, pero necesitaba sentir ese dolor, ese hilo de cordura, ese rastro de otra cosa que no era yo rompiéndome en mil pedazos.
Los doctores llegaron corriendo al cuarto, parece que mis gritos los alertaron, Alan intentaba tenerme quieta para que no me lastimara más, pero la presión que usó solo ayuda a que el dolor se incrementará, moví uno de mis brazos muy fuerte, la aguja del suero se disparó hacia el suelo haciendo que por mi mano corriera el suave y roconfortante calor de la sangre, no sé cómo pero mis gritos se empezaron a apagar, lo último que ví fue a Alan acostándome de nuevo en la camilla, y sus labios que formaron sin sonido "lo siento", volví a dormir.
Carajo! Otra vez no! Saquenme de aquí! Por favor, no puedo verlo de nuevo! En uno de los espejos se reproducía una y otra vez lo último que vi de Cristie, el sonido tormentoso se distribuia por la sala como si estuviera en un cine, sus ojos mirándome lentamente perdieron el brillo y se cerraron. Y de nuevo, todo otra vez, desde que la recogimos en casa hasta cuando el casco choca contra el suelo y veo como la vida se despide de ella.
Se repite, una y otra y otra vez, con cada grito un espejo nuevo se quiebra, un corte nuevo aparece en mis manos al tomar un fragmento; estaba a punto de empezar de nuevo, pero desperté, no sé cuánto tiempo estuve dormida, podría jurar que fueron días, pero tan solo fueron un par de horas, estaba en el hospital, Alan tenía la cabeza recostada en mis piernas, mi brazo derecho dolía y había un ardor extraño en mi mano izquierda.
Con mucho esfuerzo pase mi mano por el cabello de Alan, este pequeño tacto lo despertó, abrió los ojos y me sonrió, yo lo imité, esa simple acción ahora dolía, sonreír era difícil, pero... Cómo podía no hacerlo cuando veía esta escena, mis abuelos en un sofá durmiendo, Alex, Jack y Masen en el piso, resotados entre sí, y Alan acostando la cabeza en mi camilla.
Los amaba, a todos los que estaban en la habitación, faltaba Cristie, pero ella ya no estaba, ya no estaría nunca más.
Dejé que Alan se subiera a la camilla y se acomodara a mi lado, caí dormida de nuevo, con sus brazos rodeando mi cintura, la pesadilla no volvió, no con el cerca mío, sosteniendo mi mano, cuidándome.
ACTUALMENTE
Me levanté de la cama, me habían dejado salir ayer del hospital, pero desde que mi abuelo me trajo a casa he estado encerrada en mi cuarto, Alan no ha venido y eso me hace pensar muchas cosas, no quiero que se sienta culpable, el no hizo nada malo.
Me levanté de la cama, hoy era el entierro de Cristie, debía arreglarme, me metí a la ducha, me bañé y lave mi cabello, salí, me puse un vestido negro, tenis negros y mi chaqueta de cuero, por primera vez me sentía extraña con este color, por primera vez lo sentía invasivo y no como una segunda piel. Saque dos pequeños mechones de cabello en la parte del frente para que cayeran sobre mis mejillas y recogí mis rizos en una coleta alta que caía sobre mis hombros, dividí otro mechón y lo trencé para pasarlo sobre la liga y ocultarla, Cristie era mejor que yo con esto, siempre fue mejor para manejar mi cabello.
Sabía que Alan vendría por mi, no lo habíamos acordado pero sabía que así sería, cuando escuché la motocicleta baje con mi mochila al hombro, no quería pasar por la habitación de mi hermana, aún no estaba lista.

Historia De Una Mente DestrozadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora