la lluvia corre

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Estuvimos ahí hasta que la noche cayó sobre nuestros hombros, no había ninguna luz pero no la necesitaba para saber que me había quedado sola con Alan.
- Tar? Podrías...- dijo aún con voz pastosa- podrías perdonarme?
-perdonarte? Por que tendría que hacerlo?- dije inclinandome más hacia su pecho para poder recostar mi cabeza ahí.
-Cristie, ella... Ella estaba en mi moto, tal vez debí ser yo, tal vez no te do...-le interrumpí
- no te atrevas a terminar esa oración,-le espete- si tú hubieras muerto estaría igual de destrozada, así que no pienses por un segundo que es tu culpa
- Tar, yo...- le cubrí los labios con mi mano, y lo abrace demasiado fuerte - por favor, no hagas esto, no ahora, si nos hundimos, lo haremos juntos, pero también saldremos a flote.
- Tara, las motos están listas- dijo Alex tomando mi hombro - supuse que no querías ir a casa, le pedí a mi tío que te empacara una maleta, te quedarás con cualquiera de nosotros.
- Gracias cariño, pero debo ir a casa o si no mamá sacará mis cosas de ahí antes de que yo tenga oportunidad de hacerlo- dije con voz ronca.
-  Masen, podrías traer tu camioneta y ayudarme a recoger mis cosas?- dije levantándome con Alan- y no sé si pueda quedarme con alguno por ahora...
- Claro que si- dijo Masen - te podrás quedar conmigo el tiempo que desees
-Se quedará conmigo y Alex, es lo mínimo que podemos hacer- dijo Alan
- tranquilos, no deben pelearse por mi- dije intentando bromear- me quedaré con alguien a quien no le cause problemas.

Llegamos a casa  después de recoger mis cosas, la casa estaba sola, pero sabía que estaría así, le recomendé a mi abuelo que se fueran para que yo tuviera libertad de recoger lo que necesitaba, tomé mis cosas y un par de Cristie.
- Mase, lleva todo a cada de Alan, me quedaré ahí hoy.- dije rápido mientras aliamos de casa, extrañaría estar ahí.
- No hay problema jefa- dijo riendo, y abrazándome.
- Quiero estar un momento en el cuarto de Cristie- dije con un hilo de voz, los cuatro chicos asintieron y se marcharon.
Bajé las escaleras y entré, todo era un maldito desastre, como siempre. Me senté en su cama, tomé una de sus cobijas y la lleve a mi pecho, y ahí supe que ya no tenía más como llorar, supe que ya no tenía nada y que perderlo todo se hacía insignificante, supe que los cuatro chicos que estaban en la puerta no se quedarían para siempre por qué no quieres abrazar a alguien y cortarte con los fragmentos que es, supe que no tenía nada por qué nadie quiere algo que está tan roto, pero sobre todo supe que nadie se arriesgaría a intentar unir los fragmentos de lo que quedaba de mi, no solo por qué era imposible, no lo harían por qué cuando me abrazaran demasiado fuerte, cuando la presión del amor de alguien más cayera sobre mi, en ese momento me quebraría de nuevo y los fragmentos serían aún más pequeños y sería aún más difícil volver.
Supe también que tenía miedo, tenía miedo de que el peso que había sobre mi fuera el responsable de ahogarme, sentí miedo de algún día pisar el acelerador y no parar hasta encontrar algo sólido que me detuviera en seco, tuve miedo de que uno de mis fragmentos fuera el encargado de cortarme y dejarme ahí, sin esperanza.
Tuve miedo de mi por qué si solo me tenía a mi misma no podría confiar en nadie por qué le temía a mis pensamientos y al desvalance que había en mi.
Entonces supe que la lluvia corre y no hay manera de pararla, que la vida sigue y no puedo frenarme por qué aunque no tenga motivos para seguir todos los días los hecharia a la suerte.

Historia De Una Mente DestrozadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora