un día malo

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Baje las escaleras y encontré la gran sala de estar, me dirigí a la puerta y la abrí, cerré dejando las llaves dentro de ella casa, no volvería, no por ahora, no mientras el aire fuera espeso en casa, no mientras mamá me culpar a de lo que pasó con Cristie.
Caminé hasta el parqueadero donde estaban las dos motos, y la camioneta con los cuatro chicos, me acerque a ellos y quite el cigarrillo de las manos de Masen, me recosté en él y di una calada, solté el aire y fue como si poco a poco desarmara el nudo de mi garganta.
Comenzó a llover, era irónico, como si la lluvia pudiera llevarse todo lo malo que estaba pasando, Alan me abrazó, y el solo hecho de estar entre sus brazos mientras la naturaleza me brindaba aquel regalo, ese momento me hizo reír, y por más cruel que fuera hacerlo, no pude parar, pero entre mis risas también habían lágrimas, y parece que los cuatro chicos lo entendieron por qué también estallaron en carcajadas.
Ahí entre risas los cinco volvimos a caer al suelo, ahí entre risas los cinco curamos por un momento todo aquello que nos unía, ahí curamos cualquier dolor que nos habían causado.
Pero entonces las lágrimas volvieron, entonces las risas se convirtieron en una fría calma, y esa calma nos llevó a entender que no estábamos solos, que nos teníamos a nosotros y que esto sería lo más cercano a una familia que tendríamos siempre; entonces esa fría calma me llevo a entender que yo debía marcharme, por qué solo los lastimaria más, en esa fría calma decidí dejarlos, pero aún no estaba lista para eso.

UNAS HORAS DESPUÉS

Estábamos en la casa de Alan, la sudadera roja estaba de nuevo en mi como una segunda piel, caía un poco más arriba de mis rodillas, Alan intentaba recoger mi cabello en un intento de trenza, cada cierto tiempo nos reíamos por qué debía desarmar todo volver a empezar.
- Amor, no te parece egoísta?- habíamos empezado a usar sobrenombres hace poco
- Egoísta? Que? Dejarte sin cabello? Creo que es una buena técnica para que ningún chico se acerque a tí- dijo besando el espacio entre mi cuello y mi hombro
- no me refiero a eso, me refiero...- tome aire y me gire para estar frente a él- no es egoísta estar aquí riendo, estar felices mientras Cristie ya no está.
- No lo creo, ella desearía que fueras feliz, que todos lo fueran- hizo una pausa y levanto mi cabeza- y yo desearía que me hubiera enseñado a manejar tus rizos.
- Tienes razón- dije y pase una de mis piernas por encima de las suyas - ahora, debemos dormir- dije sentada sobre él
- Estás segura de que podremos hacer eso?- dijo poniendo sus manos en mis caderas.
- Eres un idiota- dije sonriendo
- y tú eres perfecta- dijo y me besó
En algún momento entre besos y risas caímos en la cama, yo estaba sobre él, la presión de sus manos hizo que la sudadera subiera y dejara a la vista mis muslos desnudos, una mirada depredadora cruzo su mirada mientras recorría mi cuerpo, me incliné hacia él y varios rizos dorados cayeron sobre mi rostro, aventuré mis manos bajo su camiseta y sentí la firmeza de su abdomen.
- me vas a volver loco Tar- me dijo apartando los rizos de mi rostro
- solo cállate- le espeté y lo besé de nuevo
Se quitó la camiseta dejando a la vista el torso perfecto que tenía, después me quitó la sudadera roja, dejando al aire mi piel canela y devorandome con la mirada.

Historia De Una Mente DestrozadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora