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Sebastian llevaba en Holly esperando hacía aproximadamente veinte minutos, claro que llegó media hora antes con la esperanza de encontrar a su chica con la cara descubierta. Llevaba puesto un traje y una pajarita, que al ser negros le hacían aún más delgado de lo que ya era. La máscara puesta desde el primer momento y unos zapatos en beige. Miraba el reloj a cada instante y alzaba la vista a su alrededor. Hacía un tour por las máscaras de todas aquellas chicas esperando encontrar la que era roja, pues era la que ella le había dicho que llevaría.
Pero allí nadie aparecía. Por lo que al llegar las diez y media de la noche decidió regresar a casa con cara larga y sintiéndose un fracasado al que habían engañado.
Pero justo cuando dio media vuelta sobre sí para tomar el otro camino, una voz le gritó por detrás y una mano pequeña con las uñas mordidas y coloreadas de rojo le agarró del hombro.
– ¿¡Essssssssse!? ¿Eres tú, S? – el muchacho dio un giro y la vio. Aquella voz le resultaba familiar – ¡qué guapo vas! ¡qué ilusión! – la anónima no cesaba de saltar y abrazarle como una niña de diez años.
– ¿B... B... B? – Sebastian no sabía qué decir. Tartamudeó. Aquella chica era más o menos alta. Calzaba unas sandalias y tenía un cuerpo espectacular. Lucía un vestido rojo intenso, corto y suelto a la altura de la falda, pero ajustado y brillante por el torso. Esto último realzaba el pecho de ella, que no era excesivamente grande. Además llevaba los ojos maquillados y los labios a juego con la vestimenta.
– Sí. ¡Soy yo! ¿qué pasa, entramos? – hizo una especie de pucheros a Sebastian y éste balbuceó que sí.

Ella le cogió de la mano y se dio una vuelta. Entraron a la fiesta en la que todos bebían y bailaban sin cesar. Entonces ella fue al baño.
Sebastian no podía creérselo. La estaba viendo. Le acababa de coger el brazo hacía apenas unos minutos.
Era mucho mejor de lo que se imaginaba tras la pantalla del ordenador.

Otra cita ocurría mientras tanto.
El timbre de Rita sonó y observó por la mirilla al chico. Tenía un aspecto atlético y traía una bolsa de deportes, además a la espalda colgaba la mochila que llevaba a  clase.
– Has llegado tarde. Muy tarde. Son las once de la noche, Marcos – la chica hablaba sin abrir la puerta.
– Tenía entrenamiento, pelirroja – se rió
– Me es indiferente qué demonios tuvieras. Quedaste conmigo en hacer el trabajo a las siete. Han pasado más de tres horas, Marcos. Tres horas. Y no me llames pelirroja – Rita estaba enfurecida porque había pasado la tarde esperando en vano – toma – abrió la puerta y entregó un montón de folios grapados al moreno.
– ¿Q... qué es esto? – dijo mirando extrañado lo que había ahora en sus manos.
– Es mi parte del trabajo. Yo ya la he hecho. Y la próxima vez que quieras reírte de una chica, hazlo con tu madre, imbécil. – Le había tocado hacer todo el trabajo a ella. Ni siquiera sabía por qué le había dicho de hacer aquel estúpido trabajo en común si podía hacerlo sola y no se iba a presentar a colaborar. Pero justo cuando ella iba a cerrar la puerta para volver a meterse en casa él la frenó con el pie.
– Lo siento. Se me olvidó el entrenamiento. Ni siquiera sé por qué te enfadas, podíamos haberlo hecho ahora, u otro día. Rita, aún queda una semana para entregarlo.
– Pues si queda una semana para entregarlo no haberme pedido hacerlo hoy. ¡O no habérmelo pedido, directamente! yo me lo iba a inventar. Pero no, llegó una llamada de no sé quién ni por qué y me propuso la colaboración. Pero claro, ¿para qué te ibas a presentar aquí a tiempo? era más divertido hacer esperar a la chica estúpida de gafas para reírse un poco más de ella. Como si no tuviera suficiente. – tenía los ojos llorosos y comenzaba a temblar.
– Cálmate, no es para tanto – Marcos intentaba suavizar la situación pero ella se encontraba cada vez peor.
– ¿¡Que no es para tanto!? Quizá para ti no. Quizá para ti no sea para tanto suspender otro de los doscientos trabajos que hagas mal porque tus padres pueden pagarte ir a otra universidad. Quizá para ti no sea tanto que te hagan esperar cuatro malditas horas para nada. Quizá para ti no sea para tanto que en alguna ocasión se rían de ti porque nunca lo hacen. Quizá para ti no sea para tanto porque eres un maldito estúpido que solo sabe fardar de cuántas chicas tiene tras de sí al que nada le importa una mierda – Rita no paraba de llorar mirando con ira a Marcos, con quien se había ilusionado como una cría a causa de aquella llamada de ayer. – Adiós – y cerró corriendo la puerta dando un golpe en seco a esta.

Marcos recogió los papeles y la bolsa de deporte que ahora estaban en el suelo. Bajó las escaleras del bloque y tiró el pequeño ramo de flores que había comprado para ella al contenedor de la esquina.
Estuvo pensando en todo lo que le dijo la pelirroja hacía media hora cuando llegó a casa. ¿Realmente era todo aquello lo que ella pensaba de él? Quizá se hizo muchas ilusiones y la subestimó.

El móvil de Mercurio notificó la llegada de un nuevo mensaje en WhatsApp. Leyó:

De: Eli «En diez minutos frente al café. Quiero verte»

Merch se quedó sorprendida tras ver aquel mensaje. Eli era una chica con la que ya había coincidido varias veces. En una ocasión estuvieron a punto de empezar algo, pero no pasaron de los besos. En varias ocasiones lo intentaron pero contínuamente eran interrumpidas, por lo que decidieron no volver a intentarlo. No obstante, a Merch le seguía gustando. Y cada vez que coincidían, ambas se miraban y reían. Pero no se detenían a charlar.
A Mercurio se le hizo extraño recibir aquel mensaje a las diez de la noche. Pensaba que estaría en aquella fiesta de máscaras de la que todo el mundo hablaba la última semana.
Se coló en una falda corta y negra, una camiseta amarilla con expresiones extranjeras escritas en ella y unos zapatos de suela alta negros también. Se hizo un moño rápido y cogió la mochila. Comenzó a andar bajo la luz de las farolas y las sombras de aquellos que volvían de trabajar. Por fin llegó. Eli estaba allí sentada. Vestía unos pantalones vaqueros muy ajustados, una básica blanca y unas deportivas del mismo color que la camiseta. Los ojos muy bien maquillados. Eran verdes. Y el cabello del mismo color le caía hacia un lado de la cara.
Se abrazaron. Al principio se sentía bastante tenso el ambiente. Aunque más tarde se fue alegrando la noche.

– Cuéntame cómo es eso de que querías verme, Eli.
– El otro día te vi comprando con tu hermana, ibas con Bianca y la chica esa rara que siempre está con vosotras – no recordaba el nombre.
– ¿Rita?
– ¡Sí, sí, Rita! – asintió – y bueno, no os quise entretener. Pero me entraron unas ganas terribles de verte, de sentarme a hablar otra vez contigo a solas después de todo este tiempo que hemos dejado pasar.
– ¡No me digas que te has echado una novia y que vienes a contármelo! – Merch bromeó deseando que no fuera aquella la verdadera causa por la que la otra chica quería quedar.
– ¡No, tía! – Eli también de rió – no es eso.
– ¿Y qué es entonces? – pero Mercurio no obtuvo respuesta. Solo un beso que la chica del pelo verde depositó suavemente en sus labios.

Bueno, este capítulo creo que es el más largo de los que he hecho hasta ahora (xddddd). Espero que os guste y que sigáis leyendo la historia, tengo varias sorpresas preparadas.
Se me olvidaba. Creo que esta semama y la siguiente podré actualizar más seguidamente 'Minds'. Además creo que pararé un poco con las demás historias que llevo para avanzar esta y 'Cartas para Nic'.
Si preferís capítulos más largos, si los queréis más cortos, o tal y como están ahora (de extensión) hacédmelo saber por comentarios o mensajes. Lo agradecería.

¡¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!!

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