Memorias

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Mikey despertó agitado.

Era de madrugada ¿La hora exacta? No tenía la más mínima idea y honestamente eso no le importaba.

El recuerdo de lo que anteriormente perturbo su sueño ahora perturbaba su despertar.

Las imágenes de un par de ojos azules y amables, una sonrisa tan radiante como sincera y cientos lágrimas de dolor, frustración, enojo y alegría aún estaban en su mente, dando vueltas como un montón de desgraciadas impidiéndole dormir de nueva cuenta.

Memorias de alguien que no estaba ahí y en lo profundo de su mente temía que no estuviera en ningún otro lugar...

—¡Oh por dios, miren esa ojeras! Mikey ¿Estas bien?— Escucho aquel rubio nada más llegar al local donde solía comer con sus amigos por las tardes, como era de esperarse nadie paso por desapercibidas las marcas negras bajo sus ojos ni su notable ca...

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—¡Oh por dios, miren esa ojeras! Mikey ¿Estas bien?— Escucho aquel rubio nada más llegar al local donde solía comer con sus amigos por las tardes, como era de esperarse nadie paso por desapercibidas las marcas negras bajo sus ojos ni su notable cara de hastío y Mitsuya fue el primer valiente en cuestionarlo.

Mikey asintió ante la pregunta y tomo asiento en aquella barra donde ya estaban sus respectivos platos de comida preparados por aquel par de gemelos dueños del lugar.

—¿El mismo sueño de nuevo?— Está vez fue Smiley quien hablo mientras le entregaba su plato de alimentos.

No era secreto para nadie que su antiguo comandante tenía problemas para dormir debido a constantes sueños y pesadillas sobre un pasado que a veces les atormentaba a todos pero sin duda con el ex-líder de la Tokyo Manji Gang la vida se ensañó, impidiéndole conciliar el sueño correctamente.

Aunque para todos era un misterio lo que aquel adulto de 27 años de cabello rubio y ojos negros soñaba. Solo sabían que lo que sea que viera mientras dormia no lo dejaba en paz.

Y nuevamente Manjiro asintió, dándoles a entender que había pasado lo mismo de siempre.

—Dios Mikey es la quinta vez está semana— Baji fue el primero en quejarse por el malestar ajeno antes de empezar a comer.

Si bien era cierto que no todas las noches despertaba bañado en sudor, lágrimas y una respiración errática debido a ello, últimamente se estaba volviendo una constante.

Al inicio solo pasaba una o cuando mucho dos veces cada par de meses, eso a sus 15 años pero a medida que crecía un vacío se instalo en su pecho y se quedó ahí, recordándole que algo faltaba, y ese vacío le dió paso a los sueños de un par de ojos azules que aparecían de la nada.

Una vez al mes, dos veces, cinco veces, diez, dios, podía asegurar que a este paso dejaría de dormir si seguía soñando lo mismo diariamente.

¿Cómo arrancarle las alas a un ángel?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora