Capítulo 8

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"Cada vez que intento volar, me caigo sin alas

Me siento tan pequeña, supongo que te necesito, cariño."

Everytime / Britney Spears

Mi corazón latía desbocado luego de que Kangin se fue de casa. Estaba nerviosa y alterada no sólo por lo que podría suceder esta noche, también había sido ese inesperado beso.

Había soñado tanto con un beso de Kangin que, cuando sucedió por un instante creí que estaba soñando despierta. Pero la suavidad de su beso me hizo notar que era la más hermosa realidad.

Me había besado.

La noche sería eterna mientras esperaba por noticias. Intenté pensar en cualquier cosa menos en el peligro en que podría estar él y los demás que estaban a su lado. Quería y necesitaba verlo de vuelta.
¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué necesitaba o por qué deseaba? ¿Había sido yo un premio de consolación?
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Al amanecer, las voces inundaron la casa y yo estaba alerta en la habitación de Youngmin. Bajé rápidamente al escuchar a Yesung hablando con Kangin, estaba aliviada de verlo de vuelta, de verlo en casa.
-Regresaste- susurré y no me importó nada. Corrí a sus brazos que me tomaron entre la sorpresa y una sonrisa.
-Todo está bien ahora- dijo con una sonrisa infantil, mirando su ropa sucia y su rostro con algunos rasguños.
-Creo que necesitas un médico.
-Estaré bien, son solo unos rasguños, nada grave.- seguía mirándome y hablando en voz baja, de una manera intima. –Hablaré con los hombres, tomaré un baño y hablaremos después, quiero estar cuando Youngmin despierte. –Dijo y sentí como me sonrojaba al darme cuenta que algunos hombres vieron mi atrevimiento de abrazarlo.
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Kangin

Después de hablar con sus hombres, Kangin estaba en su habitación limpiándose las heridas. Mientras tomaba su baño, había repasado todo lo que había sucedido. Habían acabado con los Park y él junto a sus hombres habían tomado a los hombres que sabían tenían que ver con la muerte de Minhee. Park Park Sungjae había muerto por causa de sus manos, había disfrutado acabando con el culpable de que una inocente sufriera.

Esas mismas manos que abrazaron a Mirae cuando corrió a él. Se removió inquieto porque le había gustado saber que en la casa, había alguien esperándolo.

Aunque fuese la viuda de su padre.
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Mirae

Los días pasaban y Kangin y yo no habíamos hablado del beso. Había momentos en que deseaba saber por qué lo había hecho y me ilusionaba con su respuesta, pero había otros en los que temía que su respuesta me hiciera daño y prefería que las cosas siguieran así. Había dedicado estos días para buscar cosas que hacer, que me llenaran un poco la existencia y encontré una fundación que ayudaba a niños abandonados o huérfanos. Yo no tenía hijos propios y me había dolido ver a esos pequeñitos. Una de las tardes, llevé a Youngmin que disfrutó jugando con otros niños de su edad y me enteré de que necesitaban algunos fondos. Yo tenía una asignación alta, pero también una gran cantidad de joyas que no utilizaba y que en un arranque de ánimo dije que podría vender para recoger fondos.

Pero ahora, mientras caminaba hacia el estudio de Kangin, me embargaba el temor de que él no estuviese de acuerdo con lo que iba a hacer. La costumbre de pedir permiso y dar explicaciones estaba tan arraigada en mi mente, que me sentía muy nerviosa. Pero ya había dado mi palabra. Debía cumplirla.

Kangin frunció el ceño cuando me vio asomarme por la puerta. -¿Vas saliendo? –pregunté intentando sonar tranquila.
-Aún no, iré a los casinos más tarde ¿Qué necesitas Mirae?
Entré y me puse de pie al frente de su escritorio. –Creo que sabes que estoy participando de una fundación que ayuda niños.
-Sí, me lo habías comentado cuando llevaste a Youngmin.
-Bueno, quiero vender la mayor parte de mis joyas para ayudar en algunos proyectos.
-Eso está bien- Kangin contestó con calma, como si el vender joyas valiosas fuera cosa de todos los días.
-No necesito tantas joyas, además nunca tuve oportunidades para lucirlas, son demasiado...
-Lo sé, no van contigo.-dijo como si tal cosa.
-Dejaré algunas para ocasiones especiales pero todas las demás quiero venderlas.
-Mirae, son tus joyas, no tienes por qué darme explicaciones de lo que decidas hacer con tus cosas.
El alivio me recorrió por completo. -Está bien-dije reponiéndome rápidamente-me pareció apropiado comunicártelo.
-Mirae, quería decirte algo. Lo que hice, discúlpame.
Fruncí el ceño sin entender al principio, luego recordé: el beso.
-No tengo nada que disculpar, fue algo que sucedió tal vez por el calor de la situación. Está olvidado.
Kangin asintió, pero su mirada era de suspicacia, como si buscara algo más en mi respuesta.

Le desee las buenas noches mientras mis piernas temblaban y salía del estudio. Me sentía victoriosa, feliz de que todo saliera bien, aunque a la vez me sentía decepcionada de que para él, aquel beso fuese un error que merecía una disculpa y mi cobardía de decirle lo que sentía.
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¿Y por qué mejor no se organiza una subasta?- dijo Yerang cuando le comenté que quería vender mis joyas. Estábamos en mi habitación con todas las cajas de los collares, pulseras, brazaletes y aretes a nuestro alrededor.
-¿Lo crees?- pregunté un poco curiosa.
-Tus joyas son espectaculares, aunque no van contigo. –Dijo Yerang- Padre tenía un gusto bastante... Peculiar. Son joyas extravagantes y no van con tu estilo, pero son preciosas y muy finas. Podríamos organizar una subasta con las demás familias de la alianza y los políticos. Sería un gran evento de recaudación de fondos para la fundación en la que participas, además así harías ver su trabajo y las demás esposas podrían colaborar.
Lo pensé y no era nada descabellado, podríamos lograr mucho más para la fundación con la ayuda de más donaciones. Me gustaba la idea. -¿Entonces que hay que hacer?
-Tendríamos que ponernos de acuerdo con alguna casa de subastas, organizar todo para que pongan los precios de base y ahí inicie la subasta. Te ayudaré, lo prometo. –dijo Yerang con una sonrisa.
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Había llegado el día de la boda de Yerang y Yesung. Se había organizado algo muy sencillo, donde sólo habían sido invitados los más cercanos a los novios, aparte de los líderes de la alianza. Me miraba al espejo mientras me maquillaba los labios pensando en que si mi sencillo peinado y vestido había sido algún acierto para la ocasión. La confianza en mí era algo que debía crecer poco a poco y en este momento me sentía bien como me veía. Youngmin se quedaría en casa y yo acompañaría a Kangin en la boda.

Me gustaba eso.

Cuando bajé, estaba esperándome al lado de la puerta vestido con un traje perfecto que realzaba su virilidad y masculinidad. Sonreí cuando llegué abajo y su mirada me hizo sentir hermosa.

-Estás preciosa Mirae- dijo y le creí, sonaba sincero.
-Gracias, también estás muy atractivo.
Sonrió de medio lado mientras tomaba mi mano y la acomodaba en su brazo, por hoy, seríamos como una pareja y disfrutaría eso por completo.
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La boda había sido maravillosa.

Yesung y Yerang resplandecían, esa es la palabra. Kangin fue el padrino y toda la ceremonia resultó hermosa y tranquila. Todos allí me trataban con respeto máximo como la viuda del líder de la familia. Nos despedimos de los esposos en la tarde, luego del almuerzo de bodas ya que tendrían un viaje de luna de miel, cosa que entusiasmaba en gran medida a Yerang.

Subí al auto con una sonrisa después de ese hermoso enlace.-Salió todo muy bien.-le comenté a Kangin que se sentó a mi lado.
-Es verdad. Todo en orden. Esta noche no cenaré en casa- me dijo casualmente- cenaré junto a los demás líderes, tenemos algunas cosas que atender.
-Claro- dije intentando no sonar triste porque no le vería para cenar. Me he acostumbrado a nuestra rutina.
-Mirae, ¿podemos compartir un rato antes de irme?
-¿Compartir un rato?- no entendía a qué se refería.
-Quiero ir a un lugar contigo, si deseas acompañarme.

Sol de medianoche (4ta y última de la serie Amor en la mafia.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora