ACTO TERCERO - I, II, III, IV, V

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Escena I

CLAUDIO, GERTRUDIS, POLONIO, OFELIA, RICARDO, GUILLERMO

Galería de Palacio.

CLAUDIO.- ¿Y no os fue posible indagar en la conversación que con él tuvisteis, de qué nace aquel desorden de espíritu que tan cruelmente altera su quietud, con turbulenta y peligrosa demencia?

RICARDO.- Él mismo reconoce los extravíos de su razón; pero no ha querido manifestarnos el origen de ellos.

GUILLERMO.- Ni le hallamos en disposición de ser examinado, porque siempre huye de la cuestión, con un rasgo de locura; cuando ve que le conducimos al punto de descubrir la verdad.

GERTRUDIS.- ¿Fuisteis bien recibidos de él? RICARDO.- Con mucha cortesía.

GUILLERMO.- Pero se le conocía una cierta sujeción.

RICARDO.- Preguntó poco; pero respondía a todo con prontitud. GERTRUDIS.- ¿Le habéis convidado para alguna diversión?

RICARDO.- Sí señora, porque casualmente habíamos encontrado una compañía de Cómicos en el camino; se lo dijimos, y mostró complacencia al oírlo. Están ya en la corte, y creo que tienen orden de representarle esta noche una pieza.

POLONIO.- Así es la verdad, y me ha encargado de suplicar a Vuestras Majestades que asistan a verla y oírla.

CLAUDIO.- Con mucho gusto; me complace en extremo saber que tiene tal inclinación. Vosotros, señores, excitadle a ella, y aplaudid su propensión a este género de placeres.

RICARDO.- Así lo haremos.


Escena II

CLAUDIO, GERTRUDIS, POLONIO, OFELIA

CLAUDIO.- Tú, mi amada Gertrudis, deberás también retirarte, porque hemos dispuesto que Hamlet al venir aquí, como si fuera casualidad, encuentre a Ofelia. Su padre y yo, testigos los más aptos para el fin, nos colocaremos donde veamos sin ser vistos: así podremos juzgar de lo que entre ambos pase, y en las acciones y palabras del Príncipe conoceremos si es pasión de amor el mal de que adolece.

GERTRUDIS.- Voy a obedeceros, y por mi parte, Ofelia, ¡oh, cuánto desearía que tu rara hermosura fuese el dichoso origen de la demencia de Hamlet! Entonces yo debería esperar que tus prendas amables pudieran para vuestra mutua felicidad restituirle su salud perdida.

OFELIA.- Yo, señora, también quisiera que fuese así.


Escena III

CLAUDIO, POLONIO, OFELIA

POLONIO.- Paséate por aquí, Ofelia. Si Vuestra Majestad gusta, podemos ya ocultarnos. Haz que lees en este libro ; esta ocupación disculpará la soledad del sitio... ¡Materia es, por cierto, en que tenemos mucho de que acusarnos! ¡Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas, engañamos al diablo mismo!

CLAUDIO.- Demasiado cierto es... ¡Qué cruelmente ha herido esa reflexión mi conciencia! El rostro de la meretriz, hermoseada con el arte, no es más feo despojado de los afeites, que lo es mi delito disimulado en palabras traidoras. ¡Oh! ¡Qué pesada carga me oprime

POLONIO.- Ya le siento llegar; señor, conviene retirarnos.


Escena IV

Hamlet - William ShakespeareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora